... y el jazz
En abono de la entrada anterior, añado el gusto por la lectura de novelas de Murakami que me ha recomendado el dramaturgo Gustavo Ott, y que alcanza el cenit en el recorrido de piezas emblemáticas de Jazz, lugares para escucharlos y personas que van cambiando la razón de ser de esos maravillosos ejercicios de libertad y rigor que podían aventarse John Coltrane, Miles Davis, Thelonius Monk, o más recientemente los Squirrel Nut Zippers.
O la locura intradisciplinaria de músicos que actúan, como John Lurie o Tom Waitts. Como una palmada en el alma, que a estas alturas del año mucho se agradece, el buen jazz nos convierte por momentos, como al lobo de la caricatura, en músicos excepcionales.
No cantar
Tuve la fortuna hace más de veinte años (gulp) de tener como maestro de un taller de teatro a José Antonio Alcaraz, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. El motivo era hacer un espectáculo musical que nunca se llevó a cabo pero terminó por ser un proceso muy divertido. José Antonio nos puso a escribir textos con premisas como la de hacer un cuento de hadas contado como si fuera nota roja del periódico y a trabajar improvisaciones absolutamente jotas, donde ser heterosexual era la cosa más aburrida. Además nos llevaba al salón de clases a Augusto Monterroso para hablar de Shakespeare y convenció a su gran amiga, Alicia Urreta, para que hiciera la música y nos pusiera las canciones, una de ellas se llamaba La canción de la clase media.
Alcaraz, popularmente conocido como La gorda, era un tipo erudito, sagaz y profundamente mala leche. Los comentarios inclementes que podía hacer sobre una obra de teatro que estrenaba, tenían como destinatario no sólo a su acompañante, sino a unas dos o tres filas a su alrededor. Tan brillante era que en el estreno de La vida es sueño, dirigida por José Luis Ibáñez, despedazaba el montaje, elenco y producción con comentarios viperinos en verso o bien con frases tipo: “¡Y vos qué mal actor sois!”
El caso es que teníamos sesiones de trabajo con Alicia Urreta, La urraca, decía él, que era una persona brillante y generosa, tanto que tenían lugar en su casa. Como aquello debe haber sonado de los mil demonios, la pianista decidió hacer trabajo individual y abrió espacios para ello, mismos que aproveché al máximo pues éramos casi vecinos. Al cabo de algunas de estas sesiones dictaminó con cierta elegancia que cantaba horrible, “eres desentonado”, dijo y luego agregó, “pero entras a tiempo”. Y el mayor bálsamo vino después cuando añadió, “mira, así era Jorge Negrete”.
Pese a la fatal noticia sobre mi canto, nunca he renunciado a la música como acompañante de mi vida, en varias de las obras que he puesto siempre se escuchan canciones; estoy convencido además de que uno va haciendo día a día su pista sonora.
Todo esto viene a colación porque acabo de ver una obra que se llama El gallo, dirigida por el reconocido Claudio Valdés Kuri, que trata de alguna manera de la zozobra de actores negados para el canto. La verdad es que mis pobres oídos sufrieron bastante, pero me daba risa imaginar a José Antonio, lanzando dardos irónicos desde alguna butaca.
Guerreros en El Cairo
Película notable esa que realizó Walter Hill a finales de los setentas, Los guerreros, basada en la Anábasis de Jenofonte, el militar y filósofo que acude a una reunión en el otro lado de –aquel- mundo, Persia. El convocante, Cirus, muere y el tal encuentro no se celebra, obligando al difícil y peligroso regreso de los griegos. Hill los convierte en pandilleros neoyorkinos que deben realizar un retorno inverosímil del Bronx a Coney Island.
Ahora, con boleto de regreso, pero con el mismo ánimo épico, el grupo de teatro del Espacio Cultural Metropolitano de Tampico, apoyado también por el Gobierno de Tamaulipas, acude al XXI Festival Internacional de Teatro Experimental de El Cairo, con su montaje de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, dirigido por Sandra Muñoz, mismo que se ha presentado ya en diversos espacios en el país, incluida la pasada Muestra Nacional de Teatro.
La puesta en escena da cuenta, sobre todo, de la consolidación de un grupo de trabajo muy joven, disciplinado y riguroso, que se encuentra aún en la búsqueda del verdadero alcance expresivo individual. El colectivo ya lo tienen, trabajan para el otro, lo cuidan, le exigen, la transpiración ha sido su vía para la inspiración. Lorca les ha ayudado a las mil maravillas, la obra se cuenta bien, la conversión genérica en la mayoría de las mujeres, que son interpretadas por hombres, no distrae de la intención del texto, bien acordonada por los ángulos extremos del espacio escénico y el mobiliario. El movimiento escénico fluye con suavidad o trepidación en los mejores momentos como provocador de emociones, así el conflicto no tiene pierde para mostrarse: una musculosa Bernarda de 1.80 frente a una corrosiva Adela de 1.50.
La profesora-entrenadora-directora mete las manos al fuego en cada sesión de trabajo, ella misma hace los ejercicios preexpresivos. Con suavidad de sargento, Sandra ha dado herramientas conceptuales y técnicas accesibles para el grupo, que requieren de ellos una gran responsabilidad, trabajan para la escena y en ella se manifiestan. Egresada de la carrera de teatro de Filosofía y Letras de la UNAM y profesora adjunta un par de años en la ENAT del INBA, Muñoz ha encontrado en su querencia de Tampico un camino muy pertinente de creatividad y formación.
Ese Festival de El Cairo tiene la importancia, básicamente, de convocar a un número muy numeroso de países y grupos, habrá de todo, pero me queda claro que esta Bernarda del Golfo va a dar una grata impresión con su propuesta artística y que la Anábasis de estos jóvenes tamaulipecos al delta del Nilo los va a acercar más a la profesión teatral, para beneficio de su comunidad y espacio de trabajo.
La foto de arriba, por cierto, es de Miguel Angel Camero.
Baires de nuevo
En las últimas semanas estuve viajando como agente de ventas, lugares al nivel del mar, clima tropical, luego extremos desérticos, siempre debe uno estar prevenido para el mayor reto de trabajar en esos sitios, el aire acondicionado. Quienes allí habitan no tienen ningún problema pues están acostumbrados, más que al calor de afuera, al intempestivo frío de adentro. Los anfitriones, siempre generosos y amables, sólo sonríen al ver al chilango que primero se sofoca y después se congela.
Uno de esos viajes tuve la dicha de hacerlo de nuevo a Buenos Aires, una ciudad a la que sin duda ubicaría como una de mis favoritas. Una parte de la afinidad la explica la profesión, se hace, se exhibe, se analiza y discute mucho teatro, siempre hay algo para ver y comentar, por ejemplo que exista una “tropa” de 300 espectadores que cada semana asisten a una obra y luego la comentan, guiados por un profesor excepcional, con el elenco y los encargados de la producción y dirección, o que destacados profesionistas tengan su fuente principal de ingresos en el ejercicio docente que realizan como independientes.
Sin embargo, más allá de la vocación gremial, pienso, pero sobre todo siento, que la ciudad y sus habitantes son entrañables y a veces hasta misteriosos. Por ejemplo, salvo Cristina Fernández y otros cuantos, nadie se peina, ¿por qué? ¿asumen la derrota por la brisa porteña? Es una experiencia grata la de reencontrarse con amigos, caminar incansablemente por diversas calles, luego comer y beber, entrar al cine Lorca o ver una obra de teatro. También da espacio para que convivan el sibarita y el vikingo, regresé con la convicción de haberme comido una vaca, el campo de trigo que estaba en un lado, y bebido el viñedo que estaba del otro.
Aunque no pude ver la recién inaugurada estatua de Mafalda en San Telmo, me declaro un enamorado de la ciudad que contempla desde la banca del parque en que la han sentado.
Es una la luna
La memoria es selectiva, como nos gusta recordar. Tengo imágenes clarísimas de la olimpiada de 1968, competencias en la alberca olímpica y luego a jugar con una gigantesca escultura que se encontraba en las escaleras de ese recinto y que consistía en la frase número MEXICO68. También mirando con fascinación, desde la ventanilla trasera de un Studebaker de los cincuentas, las extrañas esculturas de la ruta olímpica, que en aquel tiempo parecían emerger de la lateral del periférico. En cambio, no recuerdo absolutamente nada del alunizaje que acaba de cumplir cuarenta años.
Después nos han traído retransmisiones del acontecimiento en radio y televisión, narradas por Miguel Alemán junior, pero todo mi recuerdo al respecto es claramente aburrido, no así los juegos galácticos con los amigos del barrio ni el seguimiento televisivo de la joya naif Perdidos en el espacio, donde un robot con toda la pinta de refrigerador se la pasaba diciendo, a través de un doblaje espléndido, “¡Peligro, peligro!”.
En cambio me divierte mucho la hipótesis de la posible fabricación del evento, supuestamente a cargo de ¡Stanley Kubrick! Se esgrimen pruebas como la bandera, el tipo de suelo, el reflejo en el casco. Pero la verdad es que dudo que al gran Maestro se le hubiera ocurrido fabricar una simulación tan aburrida, seguro que habría añadido algunos detalles de color: Buzz Aldrin pierde un poco la razón e intenta asesinar al comandante Armstrong, muerto de envidia por no pisar el suelo lunar; Collins sufre porque la cámara que hará las fotos para la historia se estropea y comienza a golpearse con ella en su casco. No es así, con la misma pinta aburrida, ahora de jubilados jugadores de bingo, los tres astronautas se acaban de tomar la foto del recuerdo con el presidente Obama.
En alguna ocasión exhibieron en el museo Universum, varios ejemplares de piedras lunares. Fue una visita inútil, parecían sacadas de algún paraje del Ajusco. Por ello uno se queda con la otra luna, la del viaje de Meliès, la que convierte a los hombres en lobo, el mineral de queso al que viajan Wallace y Gromit para adornar sus galletas, la del legendario video clip de The Smashing Pumpkins; la que uno, casi sin querer, sigue contemplando.
Los puentes de Ricard
A fines del pasado marzo murió Ricard Salvat, un gran amigo. El texto que viene a continuación fue escrito para un pequeño reconocimiento que se le hará en el Encuentro sobre la voz que organiza Luisa Huertas en días próximos. Es este:
Hace poco más de un año compartía el pan y la sal en una cena con Ricard Salvat, en un homenaje al poeta Marcos Ana, encarcelado 23 años por el régimen de Franco y cuyas memorias serán pronto llevadas al cine por Almodóvar. El festejado leyó algunos versos: “Si salgo un día a la vida/ mi casa no tendrá llaves:/ siempre abierta, como el mar,/ el sol y el aire”. En esa cena, con lo más granado del medio cultural barcelonés, era posible observar a Salvat como pez en al agua, atento, profundamente cortés, afable en la conversación, un experto en el ejercicio de ser anfitrión; el obrero metalúrgico nacido en Tortosa, asistente de Erwin Piscator durante una parte de su estancia en Alemania, se había convertido en un caballero. Sin embargo, su diplomacia entraba en crisis cuando entablaba diálogo con los encargados de producir y promover el teatro en Cataluña, no se entendían, había una mutua desconfianza, era un viejo a quien le tocó picar piedra y formar Escuela, mientras que las generaciones siguientes contaron ya con una infraestructura y medios de circulación teatral realmente envidiables. En el pasado Festival Cervantino, dedicado a Cataluña, Salvat fue el gran ausente, no fue invitado por el Instituto Ramón Llul.
Era de los pocos especialistas europeos interesados en el teatro mexicano, lo conocía bien, tanto por ser un lector continuo como un espectador atento cuando tenía la oportunidad de viajar a México, o cuando pudo llevar artistas y producciones al Festival de Sitges, que organizó durante varios años. Era devoto de la revista Tramoya y de las ediciones de Escenología. La última vez que vino fue en noviembre de 2007, con motivo de la Muestra Nacional de Teatro que se desarrolló en Zacatecas, a ese evento dedicó un espléndido volumen triple de la revista que editaba, en donde aparecen entrevistas a una cantidad impresionante de creadores escénicos, periodistas de teatro e investigadores.
Muchas cosas se podían aprender de Salvat, entre las notables su capacidad para indagar en el otro, escuchar como una manera de entender. Observa a sus entrevistados y a la manera de un pugilista experto, consigue que bajen la guardia, la coraza protectora de intelectuales intensos y profundos. Sin lugar a dudas, este recurso del diálogo periodístico y los contenidos que explora son el aspecto más valioso de un volumen que sin duda es histórico.
También fue un entusiasta colaborador de los Encuentros de Escuelas Superiores de Teatro que se hacían en el Centro Nacional de las Artes, asistió varias veces, armado siempre con su libreta, en la que escribía todo el tiempo con tenacidad. Gracias a él vino a presentarse un grupo de teatro catalán con una versión de El rey mago, de Elena Garro, dirigida por Pedro Gurrola. De esa experiencia se juntaron jóvenes de tres grupos diversos para hacer, años después, un montaje binacional sobre la dignidad y el exilio, Los niños de Morelia, de Rascón Banda, dirigida por Mauricio Jiménez, que con gran éxito se presentó en México y en Barcelona entre 2006 y 2008.
A propósito de esta obra, es inevitable recordar el gran aporte que a la escena y a la cultura mexicana hicieron, mirando desde afuera y desde adentro, con un honroso sentido de generosidad, exiliados republicanos como Ofelia Guilmáin, Álvaro Custodio, Max Aub, Augusto Benedico o León Felipe.
El cine mexicano de la época de oro lo enamoró antes que el propio país, no había mayor belleza que la de Dolores del Río ni mayor talento plástico que el de Gabriel Figueroa. Encontraba a Cantinflas vivo a cada momento, en el habla pero también en la situación, por ejemplo en un reportaje televisivo de hace años que le divirtió mucho en el cual se registraba una redada en la colonia Buenos Aires. Una señora reclamaba voz en cuello a la cámara: “¡Por favor, no se los lleven, somos rateros pero honrados!”.
El otro aspecto al que me quiero referir tiene que ver con el evento que hoy inicia, su amor a la palabra, a su sonido y musicalidad; por ejemplo, compartía la indignación de los productores de la película Kilómetro 31 porque los exhibidores en España habían decidido doblar el castellano mexicano al peninsular. En cambio quedó fascinado con un obsequio, la edición bilingüe de Esperando a Godot, de Samuel Beckett, en francés y en náhuatl, que incluye un disco compacto con la grabación en el idioma del Anáhuac.
El último sueño que comenzó a tejer con México era un proyecto que se llamaba Pont Blau, puente azul; pretendía generar acciones de intercambio en el área formativa entre teatristas de ambas regiones. En realidad ya han comenzado a darse, cada vez se conocen más en el país la nuevas propuestas de los directores catalanes, aunque allá se conoce aún poco de las mexicanas, el puente es todavía precario, una veredita con migajas. Pero estoy seguro que Ricard Salvat va a ayudar a que ese camino mejore.
Volver a la Matiné
El axioma freudiano de que infancia es destino ha resultado, en más de un caso, de una enorme certeza para mi. Un ejemplo es el cine. Con mucha frecuencia mi padre nos llevaba los domingos a la Matiné del cine Bucareli o Cosmos, donde exhibían un programa doble de películas de Hollywood que correspondían casi siempre a lo que se llamaba “cine de aventuras”, lo cual incluía todo el repertorio de Tarzán y aquellas que transcurrían en paisajes insólitos del mar o de montañas nevadas. Un exotismo que explotaba en las pupilas del espectador en blanco y negro o en technicolor.
Por otro lado, era propiamente una “aventura” ir a ese tipo de exhibiciones, así que siempre íbamos armados de bocadillos y bebidas para resistir en medio de la jungla de butacas.
Visto a la distancia, casi todas esas películas postulaban a un héroe que ahora sería políticamente incorrecto: devastaba la naturaleza, mataba animales y exterminaba poblaciones enteras de aborígenes.
Todo este rodeo viene a colación porque acabo de matar dos liebres de un tiro (perdón por el ecocidio del dicho), vi una película maravillosa de aventuras con un protagonista que reivindica la dignidad y la resistencia. Es de Pixar-Disney, se llama Up y no hay que perdérsela, sobre todo si es la versión original subtitulada.
La treta de la teta
Parece una foto imposible, pero es el día del maestro y es la celebración oficial, el pobre Secretario de Educación hace como que no ve, acomoda la silla, hace por unas tarjetas. En cambio ella se orienta a él con total seguridad, pareciera que es Carmen Salinas y lo está cabuleando, mirándole la entrepierna. En realidad se trata de la líder del sindicato magisterial, la famosa Elba Esther Gordillo. Por delante le coloca al Secretario los senos que se le han desbordado, ¿se ha dado cuenta? ¿es a propósito? ¿lo quiere inhibir? ¿o es un performance para manifestar su apoyo a la educación sexual en nivel básico? ¿un reto para ver si él se atreve a practicar inglés y decirle algo así como “compañera, se le ven las bubis”?
En muchas representaciones mitológicas, el órgano sexual que representa el poder en todos los ámbitos es el pene, mejor conocido para efectos simbólicos como “falo”, aquí vemos otra posibilidad que en todo caso pone de manifiesto quiénes y cómo son los que gobiernan el país, en un barco a la deriva que cada tarde presenta una noticia de escándalo.
Por esas fechas en un portal de Internet, apareció la foto de una respetable actriz de cine que se llama Natalie Portman, a quien por otras razones también relacionadas con el volumen, los senos le juegan malas (o buenas, en realidad) pasadas y anda de continuo mostrándolos. En la imagen se le alcanzan a ver unos cuantos milímetros de pezón. Los titulares decían “enseñó de más”.
Los senos de Elba Esther se apropian del mundo, quieren devorarlo con impunidad, nos hacen ver que para ciertas personas todo está permitido, hasta enseñar. Los de Natalie se asoman con timidez, atisban si hay algún paparazzi insensato, la acompañan todo el tiempo mientras difrutamos desde la butaca de cine de su belleza e inteligencia.
¿Dónde quedó el chango?
Un pueblito de California entra en situación de crisis por una peligrosa enfermedad que se transmite de humano a humano, por un virus que llegó de contrabando de África, alojado en un pequeño simio. Todo mundo comienza a contagiarse y a morir como moscas. Intervienen un científico notable y de buen corazón, una doctora guapa y dos militares, uno bueno, negro, y otro malo, blanco. El malo quiere hacer explotar una bomba atómica para acabar con el virus, los pobladores, la fauna y cualquier otra cosa cercana al apacible lugar, mientras que el bueno apoya al científico para tratar de salvar a la especie humana. Nomás hay que encontrar al chango para obtener de él la vacuna redentora.
Se trata de una película que se llama Outbreak (Epidemia), el médico en cuestión es Dustin Hoffman, urgido de encontrar al pequeño animalito y cuyo rostro preocupado y exhausto de algunas escenas recuerda el de José Ángel Córdova, el Secretario de Salud. El resto de los componentes simbólicos de la película están invertidos respecto a lo vivido en la Ciudad de México estos primeros días de mayo: en vez de un pequeño chango culpable, habemos millones, en vez de militares ansiosos de soltar bombas, políticos ansiosos de mostrarse precavidos por las elecciones, entre los doctores que hemos visto en la tele ninguno tiene la voz de Morgan Freeman y ninguna el rostro de Renne Russo; en vez de una película entretenida de dos horas, dos semanas de una vida social inmovilizada.
Los elementos en común también son interesantes, el miedo, la intolerancia al otro, el desconocimiento; todo mundo cierra la puerta, pocos se animan a volverla a abrir para ventilar, para entrar y salir. Quizá exagero, pero pienso en la mucha razón que tenía un médico especialista catalán cuando señalaba que la duración de la epidemia sería mediática, no clínica.
Sin embargo, aunque vaya desapareciendo cada vez más de las notas principales de periódicos y noticieros, convendría saber dónde demonios quedó el chango.
Informar, comunicar, decir, saludar
Estos últimos días, los habitantes de la Ciudad de México hemos sido tiranizados. No precisamente por la epidemia de Influenza, sino por el manejo que ha dado el gobierno y los medios. La solución, dicen, es aislar. No salir, no hablar, no saludar, no comunicar. Los primeros días las calles estaban semidesiertas, pero hoy lunes el tráfico ha tenido sabor a cotidianeidad.
Educado en la resistencia, el mexicano no puede dejar de salir a hacer lo que necesita, a corretear el chivo. Tembló, por si hiciera falta, para demostrar el vigor de quienes conocen todo tipo de infortunios. Pero la gente conversa, se abate el temor, de allí la importancia de encontrarse, charlar, ubicar y atender las voces más moderadas, no las que provocan compras de pánico de víveres y cajas de cubrebocas.
Por si hicieran falta elementos para desconfiar del gobierno, la información que dan es parcial y acotada, en realidad es la misma con variaciones de número y de condiciones de alarma. ¿Se pueden decir semejantes cosas, con el gesto adusto y asustado del Secretario de Salud? ¿Por qué no sabemos nada de los distintos contextos de los infectados? Eso por no hablar de especulaciones más radicales que ya circulan en la red acerca de antivirales que expiran este año y truculencias semejantes que el tiempo pondrá en su lugar.
El video que acompaña esta entrada me parece adecuado porque habla justo de la estrategia del Estado para generar y aprovechar situaciones de pánico. Recurro a Hollywood, extraño a Dustin Hoffman en Epidemia, para atender la cuestión sanitaria, y a Clint Eastwood en Harry el sucio para acabar con unos cuantos abusivos, ineptos y corruptos.
Por lo pronto, me hace falta saludar gente, toparme por allí con unos cuantos abrazos.
El gusto de atacar
¿Qué le gustaría ver a uno en un partido de futbol? Pues que haya intención de tener la pelota para marcar goles, uno, dos, tres, los que vengan. De eso se trata el juego, de eso se trata si uno lo ve como jugar en el sentido más libertario y generoso. Está bien, me marcan goles pero yo anoto más, en lejanos tiempos de infancia el criterio de juego no era de tiempo, sino numérico, “a cinco y buena” o “a diez y buena”. En muchas ligas y clubes, cuando se anota un gol el siguiente paso es especular para conservarlo, es decir se deja de jugar, a veces hasta un empate parece bastar, negación completa del juego.
Esta reflexión no sólo tiene que ver con lo deportivo, sino con las condiciones del consumo del futbol, es decir los asistentes al estadio y quienes lo siguen por televisión, son felices por ver un partido con esas características, no importa que su equipo pierda, anotó goles, falló otros tantos, estuvo a punto, jugó.
Lo anterior viene a cuento por el gusto que significa ver partidos de la Liga Premiere inglesa por televisión. En particular si se trata del Liverpool, allí la contemplación se convierte en agasajo; siempre anotan y cuando lo hacen van por más, no importa si en ese afán reciben unos cuantos. Pueden hacer polvo a gigantes y luego perder por descuidos con equipos medianos, así les pasó en la liga de campeones de Europa, les ganó por un tanto el Chelsea y con ello nos hemos privado de un duelo de los rojos contra el Barcelona, que hubiera estado de miedo.
Por otro lado vemos equipos con un solo patrocinador en la camiseta y una sola banda publicitaria alrededor de su cancha. Igualito que en la liga mexicana, donde aparecen hasta ocho logotipos en el uniforme y ¡tres bandas alrededor de la cancha! Marketing de infamia para una realidad deportiva bastante menor, inconsistencia entre oferta y consumo.
Jaime Vázquez, sagaz mediocampista y conductor de programas de radio, advertía en los partidos de veteranos, antes de iniciar las hostilidades, “correr es foul”. Es decir, las condiciones biométricas ya no daban para dar alcance a un pase de 40 metros, a lo Rafa Márquez, pero sí para divertirse dando y recibiendo “cortito y al pie”. Jugando, pues.
Tres breves
Decidí salir del closet para publicar, por lo pronto, estos tres pequeños:
Cuando supe que había llegado
-porque me lo dijiste-
casi no lo podía creer,
quise regresarme para buscar
a la voluble de mi angustia.
……
Me exprimí,
Todas las ideas vinieron muy pronto.
Pero cuando quise ser ferviente
Apenas te veías en la distancia.
…….
Presentí que esto iba a acabar mal cuando advertí, desfalleciente y sin dinero, que me estaban bolseando la dignidad.
Cuando supe que había llegado
-porque me lo dijiste-
casi no lo podía creer,
quise regresarme para buscar
a la voluble de mi angustia.
……
Me exprimí,
Todas las ideas vinieron muy pronto.
Pero cuando quise ser ferviente
Apenas te veías en la distancia.
…….
Presentí que esto iba a acabar mal cuando advertí, desfalleciente y sin dinero, que me estaban bolseando la dignidad.
Tardes con Tere
Pasa con frecuencia, uno se siente atraído por personas vistas en la pantalla, sea la del cine o televisor, por ello quise hablar de “musas” con las que uno ha ido creando su historia emocional y hacerlo más interesante, con aquellas con quienes nos sentimos fascinados en la adolescencia.
Ese periodo para mi fue bastante complicado, con la autoestima en el suelo, en una escuela religiosa para hombres yo era de los más bajos y menudos, con nariz roja y una voz que recordaba a la de Bambi. Hallaba paz imaginándome en los brazos de Raquel Welch, por ejemplo, quien si en ese momento hubiera cumplido mi fantasía en realidad me habría cargado.
Poco ayudaba para ello una revista que me compraba mi padre, se llamaba “Diversión” y tenía uno que resolver crucigramas que aparecían al lado de la piernas de Thelma Tixou, Wanda Seux o Mabel Luna, a la frustración de esas mujeres inalcanzables se sumaba la de no saber qué rayos era un “sufijo occítono”.
Haciendo un repaso evocador, me ubico en algunas tardes, viendo películas en el canal cuatro. Allí aparece, como dama joven de cualquier cantidad de churros, Tere Velázquez. Algo tiene, se nota cómoda, es bella y bromista, más suave que su hermana, la legendaria Lorena de Santo contra las mujeres vampiro.
¿Tendría más valor en mi recuerdo si Tere hubiera hecho una película decente? No lo sé, por lo pronto hacía amables mis tardes, me dejaba una sonrisa que aún conservo.
Las diez de uno
Desde hace muchos años, los grandes críticos de cine del mundo elaboran listas de aquellas películas que tienen categoría de clásicas. Aunque los lugares se modifican un poco, siempre son las mismas; casi todas europeas o estadounidenses de la primera mitad del siglo veinte.
Se trata de filmes que se estudian en las Universidades como parte de la formación integral de la personas: El acorazado Potemkin, El séptimo sello, Tiempos modernos, Los olvidados; varios de ellos protegidos por la UNESCO.
De allí que el cine no sólo forme parte de nuestra vida, con frecuencia nos ayuda a expresarnos mejor en la retórica del día a día: “Es que mi madre se pone como Libertad Lamarque”, “podría bailar como Gene Kelly”, “pareces Mauricio Garcés en Modisto de Señoras”, “esas oficinas de gobierno son como las de Brazil”. Una prima me dijo una vez “estás igualito a Tom Cruise” , me sentí halagado. “No, no, espérate”, aclaró, “pero en Nacido el cuatro de julio”.
Si bien los críticos de cine encargados de esas listas son respetables y cuidadosos, encuentro muy difícil que en un momento de distracción, por puro gusto o al seleccionar una película para ver durante un viaje, uno ponga El ciudadano Kane o Ladrones de bicicletas. Más bien se antojan aquellas que por alguna razón, quizá digna del diván, nos “tocan”.
Por su extravagancia, esas listas tan personales son las más interesantes. Por ejemplo, para mi amigo A, X Men es una cosa notable, para mi amiga B, Dirty Dancing debería también tener declaratoria de obra maestra.
El caso es que aquí señalo diez favoritas, asumiendo que lo flexible de un blog permite modificarlas un poco, en algunos casos incluyo escenas que me encantan, que me en-cantan. Se trata, para abrir boca, de Rumble Fish, Goodfellas, Brazil, El infierno, Cinema Paradiso, Short Cuts, El hijo de la novia, Los amantes del círculo polar, Chicago, Ratatouille.
Perfectamente podría ver cualquiera de ellas a la menor provocación.
Cambio de escena
Hace unos días renuncié al cargo de Coordinador Nacional de Teatro después de casi cinco años de ejercerlo. Fue una experiencia muy intensa, aprendí mucho, pero también me agoté y tuve la necesidad de dar el salto -vaya momento en el que se me ocurre- a la gestión como profesionista independiente. Mis mayores y mejores votos para que a Juan Meliá, nombrado hace unos días, le vaya de purititos peluches, se lo merece él y también el teatro del INBA.
Debido a un variado e intenso intercambio de correos electrónicos sobre esta renuncia, me parece oportuno aclarar que no tiene nada que ver con presupuestos, recortes o Compañía Nacional de Teatro, sino con lo señalado en el primer párrafo.
En noviembre, Saúl Meléndez y yo escribimos este diálogo para la revista Paso de gato. Con su autorización lo publico aquí y añado una frase final en las acotaciones: Al cabo de unas semanas, Y renuncia.
LA PARADOJA DEL PROMOTOR
Personajes X, Y, ambos promotores del arte escénico al servicio de una venerable institución.
Diálogo alrededor de una banca, una tarde de otoño, en un centro cultural de la Ciudad de México.
X- Mira, esta es una señal, tengo que preparar yo mismo un buen café y venir a esta banca a tomarlo. Hace más de un año que no tenemos cafetería en los teatros...
Y- Lo cual es una pena, un espacio así es necesario para encontrarse, para charlar. Bueno, ¿entonces?
X- Digo que está bien, que lo hagamos.
Y- Las condiciones no son las mejores, siempre se está dando la batalla para producir y difundir el teatro, cuando en apariencia ha disminuido su importancia en la sociedad. Ve el espacio cada vez menor que tienen las secciones de cultura en los periódicos.
X- Ya lo sé, es un acto de necedad, pero hay que seguir allí, es decir aquí.
Y- Recapitulemos entonces.
X- Primero, nos asumimos como coproductores y a veces, productores, no como exhibidores; orientamos e inducimos las distintas temporadas. Por lo tanto, encontremos un camino para trabajar con el nuevo sistema financiero del gobierno federal y sigamos con el proyecto de dar una vocación artística a cada uno de los teatros de acuerdo a su perfil.
Y- Bien, a mediano plazo eso tiene que derivar en el proyecto de dirección artística para cada recinto.
X- Pasemos entonces a lo siguiente: difusión y promoción.
Y- Primero que nada te propongo que separemos esos dos conceptos.
X- Difusión entonces. ¿A mayor difusión mayor público?
Y- Para nada. Mira, el director “N” reclama mayor difusión para su obra. Su vecino, el director “M”, con los mismos avisos de prensa y el mismo tiempo en cartelera, tiene teatro lleno.
X- Hay quien dice que el público abandonó los teatros hace años.
Y- No lo creo, tenemos espectadores de primer nivel. El espectador que llega aquí es culto, avezado, cuando hay concierto con los vecinos, heroico. Ha ocurrido que el caos citadino impida que llegue algún actor a la función, no así al público.
X-¿Sostienes que la difusión es efectiva, suficiente?
Y- Para nada, pero la difusión no lo es todo, las obras que exhibe la Institución se anuncian en una cartelera que se inserta en diversos medios entre jueves y domingo. Es el viejo modelo de “cartelera cultural” de los setentas, con la misión de posicionar más la imagen social que difundir una producción específica. Me parece, en cambio, que el segundo concepto que decías es el clave.
X- ¿La promoción?
Y- Claro, la tarea clave es la promoción de cada obra hacia consumidores culturales afines; público de especialistas para el ciclo de teatro germánico contemporáneo y de jóvenes universitarios para el Festival Otras Latitudes, en ambos casos, como viste, con salas llenas. El famoso “boca a boca” es un reguero de pólvora entre los distintos sectores.
X- Eres un creyente en la idea moderna del público diferenciado.
Y- Cada lunes, hacia mediodía, llega a la oficina el reporte de entradas que prepara la oficina de boletos, donde se registran número de espectadores, descuentos, boletos vendidos, ingresos en taquilla. En realidad es algo más: una radiografía del gusto que, como Pitágoras, no miente.
X- ¿Entonces? ¿Es un hecho? ¿Nos lanzamos a formar un equipo de promoción? ¿Y el presupuesto?
Y- No hay que inventar el agua tibia, formalizar un área de promoción no significa aumento de burocracia, sino replanteamiento de tareas y recursos humanos y materiales.
X-...
Y- Pareces dudar.
X- Pienso en la posibilidad real de preservar un movimiento teatral frágil inserto en un contexto administrativo que lo ahoga. Creo que mucha de la gestión ciudadana, basada en la horizontalidad y la transparencia, ha llegado con buena fortuna a distintos ámbitos de la vida social, pero ha tardado en llegar al medio cultural.
Y- ¿O sea?
X- Algunas de las obras que producimos no se originan por atender el gusto de un público culto, sino por presiones de la propia –y déjame utilizar la frase- comunidad artística.
Y- Eso suena a la “cargada priista”.
X- Pues es eso, a casi cien años se sigue esperando que la revolución haga justicia. Una buena parte de la presión que recibimos es la de los artistas que pugnan por exhibir una obra, no por el espectador interesado en un tipo de teatro.
Y- Justo por eso debemos dar un golpe de timón, no solo queremos programar y estrenar, sino contar con todas las butacas ocupadas . En esta oficina trabaja gente de teatro valiosa, dedicada amorosamente a su tarea. Y perdona lo cursi.
X- En muchos casos la percepción de la comunidad es otra: artistas frustrados o simples burócratas sin ningún interés en el teatro mexicano.
Y- Es entendible, una buena cantidad de creadores escénicos son terriblemente inseguros y aún necesitan identificar a los responsables de sus fracasos frente a la despiadada realidad de la ausencia de espectadores.
X- Muy cierto. Esa reacción me recuerda aquella clásica del director que te pide cualquier clase de ayuda para su proyecto -que el Fonca, Bancomer y todos los etcéteras no han querido apoyar- y poco después de recibirla se queja amargamente del escaso tiempo de ensayo en el teatro. Es algo que produce cierta ternura.
Y- Frente a todas estas circunstancias, cada área del quehacer teatral reacciona aisladamente buscando su utópica salvación.
X- ¿Puedes ejemplificarlo?
Y- Sin duda, piensa en el sector técnico de la propia Institución; un buen día aparece un artículo informando detalladamente sus percepciones y al otro te ves rodeado de carteles que piden tu cabeza y la de alguno que otro pájaro.
X- Ahora soy yo quien dice que eso es normal, se sienten amenazados en el ámbito familiar por la perspectiva de perder sus privilegios y entonces apelan al sindicalismo que los arropa.
Y- Sin embargo nadie parece darse cuenta que poco a poco se agota el ave ponedora de huevos dorados. Por otro lado te confieso que ese incidente me lastimó, sobre todo porque nadie de afuera alzó la voz para manifestar su apoyo, alguno que otro comentario por el teléfono, pero no son visibles...
X- Volviendo al punto, ¿le entramos?
Y- Pues le entramos, vayamos preparando un comunicado, definamos alcances y funciones del área de promoción. Los tres mosqueteros que la integrarían ya están más que listos.
X- Lo sé, que bueno. Oye, tengo que irme, debo acabar el informe que me pidieron. Cuando no es un concierto de Luis Miguel, siempre hay algo que complica la salida...
Y- Cierto, vámonos.
Un sonido fuerte de turbina, cae un avión ejecutivo. Olor a quemado, sonido de ambulancias.
Ignacio Escárcega
Saúl Meléndez
Caja del tiempo
Se exhibe ahora en una sala de Palacio Nacional, una “caja del tiempo” colocada en la catedral hacia 1791, apenas dos años después de que se encontró, muy cerca de allí, a la Piedra del Sol y a la Coatlicue.
Se trata de una pequeña caja de plomo con una inscripción de la fecha, el responsable fue el veracruzano José Damián Ortiz de Castro, académico encargado de finiquitar los detalles del portal de ese templo. Dentro, había una carta descriptiva y diversos objetos, como medallas conmemorativas, oraciones y monedas de plata procedentes de diversos puntos del virreinato tan particulares como Fresnillo o Real de Catorce, el cual es ahora un pueblo fantasma.
El esfuerzo de objetividad de Don José Damián está condicionado por diversas situaciones, como mostrar la calidad y potencia económica de la moneda de una nación, la Nueva España, en declive y el resurgimiento de tremendos monolitos aztecas en plena catedral.
Pues bien, aunque el esfuerzo de una selección testimonial sea inútil, me parece muy divertido intentarlo. Yo lo hago, propongo una caja del tiempo con unos cuantos objetos. La mía estaría integrada por:
- Una película 8mm.
- Un view-master con varias micas.
- Una historieta
- Un paquete de fotografías
- Una novela
- Un anuario
Sería muy divertido para los arqueólogos o alienígenas del siglo XXIV, los que la encuentren primero.
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