El gusto de atacar



¿Qué le gustaría ver a uno en un partido de futbol? Pues que haya intención de tener la pelota para marcar goles, uno, dos, tres, los que vengan. De eso se trata el juego, de eso se trata si uno lo ve como jugar en el sentido más libertario y generoso. Está bien, me marcan goles pero yo anoto más, en lejanos tiempos de infancia el criterio de juego no era de tiempo, sino numérico, “a cinco y buena” o “a diez y buena”. En muchas ligas y clubes, cuando se anota un gol el siguiente paso es especular para conservarlo, es decir se deja de jugar, a veces hasta un empate parece bastar, negación completa del juego.

Esta reflexión no sólo tiene que ver con lo deportivo, sino con las condiciones del consumo del futbol, es decir los asistentes al estadio y quienes lo siguen por televisión, son felices por ver un partido con esas características, no importa que su equipo pierda, anotó goles, falló otros tantos, estuvo a punto, jugó.

Lo anterior viene a cuento por el gusto que significa ver partidos de la Liga Premiere inglesa por televisión. En particular si se trata del Liverpool, allí la contemplación se convierte en agasajo; siempre anotan y cuando lo hacen van por más, no importa si en ese afán reciben unos cuantos. Pueden hacer polvo a gigantes y luego perder por descuidos con equipos medianos, así les pasó en la liga de campeones de Europa, les ganó por un tanto el Chelsea y con ello nos hemos privado de un duelo de los rojos contra el Barcelona, que hubiera estado de miedo.

Por otro lado vemos equipos con un solo patrocinador en la camiseta y una sola banda publicitaria alrededor de su cancha. Igualito que en la liga mexicana, donde aparecen hasta ocho logotipos en el uniforme y ¡tres bandas alrededor de la cancha! Marketing de infamia para una realidad deportiva bastante menor, inconsistencia entre oferta y consumo.

Jaime Vázquez, sagaz mediocampista y conductor de programas de radio, advertía en los partidos de veteranos, antes de iniciar las hostilidades, “correr es foul”. Es decir, las condiciones biométricas ya no daban para dar alcance a un pase de 40 metros, a lo Rafa Márquez, pero sí para divertirse dando y recibiendo “cortito y al pie”. Jugando, pues.

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