Historia de la actriz que quiso contar un cuento

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Había una vez una joven actriz llamada Fátima Paola, que andaba a la búsqueda de un director para llevar a la escena uno de sus más grandes anhelos, el cuento de El mago de Oz, de Baum.

Desde mucho tiempo atrás, la historia de la adolescente Dorothy, sus torpes acompañantes, el genial ventrílocuo y el paisaje gris de Kansas le mordían el corazón.

Preparó un collage, una escenificación que en unos breves minutos pudiera mostrar su mirada de ese universo. Ella es una actriz osada, capaz de aventarse de cualquier trampolín con gran destreza física y emocional, sin dejar de mencionar su sonrisa de postal y sus piernas bellísimas. La palabra con la que habita es intensidad. "Demonios, soy muy azotada", se decía con razón.

Lo que preparó fue la despedida entre dos hermanas, a la sombra de un árbol seco que consiguió en las faldas de un cerro, usando unos cartones grises para mostrar a los otros personajes y con el cuerpo cubierto de arcilla. Mientras sus criaturas escénicas se movían, iba cantando el huapango huasteco La bruja.

Pasaron los meses y la actriz descubrió que la idea original se había modificado, en su lugar hablaba de dos jovencitas que eligen ese cuento como una coraza para defenderse de abusos y vejaciones. Estaba hablando de la luminosidad que puede llegar después del dolor.

Fátima Paola se dio cuenta de que hay muchas maneras de llegar a una verdad escénica, una de ellas es pararse frente a una vereda con energía y ganas, golpear tres veces entre sí los zapatos y comenzar a viajar.

Ese viaje se llama El camino de Sinsol y se exhibe los lunes a las ocho de la noche, a partir del 22 de noviembre, en la Sala Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque.

La foto de arriba es autoría de Gabriel Ramos.

Shakespeare en Tamaulipas

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¿Cómo es la vieja Inés? La de las coplas infantiles, la de “toc toc, /¿quién es?/ La vieja Inés/¿qué quería?...” antes podía tratarse de una cliente afable, una bruja encubierta, ¿una robachicos?, ahora, sin descartar esas alternativas, bien podría ser alguien que vende protección o un policía federal. El grupo Norte Sur Teatro de Reynosa le pone más condimento a la duda y propone que sea nada menos que el protagonista de la “tragedia escocesa”, como suele referirse la superstición anglosajona, heredada a todo el orbe, al pobre de Macbeth.

El director, Medardo Treviño, propone que la entrada a la sala esté a cargo de unos cadeneros con aspecto de “zetas”, que con lámparas sordas y a grito pelado van ingresando a grupos de espectadores a la sala. Ser tratado así, al bulto, le hace a uno recordar hechos criminales recientes que hacen que las obras isabelinas parezcan novela rosa: los inmigrantes en el mismo Estado de Tamaulipas o el grupo de michoacanos en Acapulco. Vamos, el actual gobernador llegó al cargo por el homicidio del candidato anterior, su hermano.

Pero adonde entra uno es a una versión del clásico shakesperiano que renuncia a la anécdota y propone convertir todos los ingredientes del texto en una atmósfera y un estado emocional permanente, apoyados en recursos como la iluminación ominosa a cargo de Arturo Honorio, la utilería que se convierte de pronto en instalación plástica, las brujas que se multiplican en el escenario y de las cuales se van desprendiendo todos los personajes, el uso de elementos de utilería como los racks de vestuario y en particular osamentas de reses que van jugando de distintos modos durante el espectáculo con imágenes de devastación y caos en ese reino paradójico habitado por huesos. A ello se añade la labor del propio director y su asistente, que sentados en el piso en proscenio, van iluminando con lámparas militares los rostros de los participantes en el festín de la usurpación.

De hecho, el programa de mano señala sólo a la pareja real como personajes, a cargo de Víctor Arellano y Mónica Gómez, los demás son el muégano de brujas que van escupiendo al resto de los participantes de la obra, encarnados por Taydeé Hernández, Carlos A. López, Salev Setra, Armando Garrido y Pepe Navarrete, además de una boa que ornamenta el espacio de la señora de casa.

La relación de los actores a través del movimiento con el espacio y los elementos antes mencionados son de una eficacia tal que logran sintetizar en acciones e imágenes los grandes pasajes del clásico isabelino: el rey Duncan llega al palacio de Macbeth con una larga túnica, debajo de la cual salen brujas y el propio sucesor del trono, a quien de algún modo él mismo ha engendrado, Lady Macbeth recorre un camino de adversidades del fondo del escenario a proscenio a través de los carromatos del vestuario que le van ayudando en la transición, o bien la construcción, entre el cuerpo brujeril, de una corona de huesos que se mueve acompasadamente con la cabeza del rey, gobernante en un territorio de esqueletos, imagen que en lugares como Reynosa o Ciudad Juárez tiene ya aroma de cotidianidad.

El grupo híbrido de actores, músicos y bailarines se defiende con bastante dignidad durante todo el espectáculo, de hecho el protagonista y Duncan están interpretados por el guitarrista y el cantante de un grupo de rock que comienza ya a figurar en carteles importantes, Salev Setra. Nota particular a la desnudez del señor de Glamis cuando comienza a gozar de las mieles del poder, pues el miembro viril se va entumeciendo durante distintos momentos. ¿Es para subrayar el gradual encumbramiento en el poder? ¿Un falo que es un cetro? ¿reacción involuntaria de la testosterona a la cercanía cachonda de Lady Macbeth?

La atención del espectador comienza a sufrir cuando después de casi una hora de espectáculo se da cuenta de que van a querer contar el relato de la obra, pues hasta ese momento todo ha estado más bien en la cancha de la expresión corporal y plástica, que cojean cuando se quiere incorporar la palabra, allí el dominio no es homogéneo en intenciones ni en proyección. Destaca desde luego la pólvora y la precisión técnica de Mónica Gómez, quien también tuvo a su cargo el entrenamiento actoral de este grupo, que después de haber ganado el concurso estatal de teatro se presentó con mucho éxito en el Foro Experimental del flamante Parque Cultural de la urbe fronteriza.

¿Alguien duda de los valores de universalidad de los textos clásicos? En este Macbeth tamaulipeco se quieren borrar las huellas del crimen al final del espectáculo; se acumulan en el centro del escenario cuerpos, huesos de vaca, utilería quebrada y aparece un bidón de gasolina, cuyo contenido se vierte sobre esa masa compacta, aparece la llama de un encendedor; esto ya fue. Como una narcofosa, como la guarida posterior al arresto y muerte de un capo.

¿Quién es? ¿quiénes son éstos que se han plantado en la escena?, se pregunta uno al final del espectáculo, un grupo espléndido y valiente de comediantes de Reynosa, que desde ese mismo agujero del país, demuestran que el teatro es un arma poderosa, capaz de quitar velos de apariencia con mayor eficacia que una kalshnikov.

La foto de arriba es autoría de Irving Rivas.

La mochilita de Jack

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Lo sé, el personaje es un poco aborrecible, un matón de agencia del gobierno estadounidense. Los enemigos de fuera son siempre los de nacionalidades restringidas, árabes, chechenos, polleros de Baja California, pero los de dentro son también importantes; la presidencia gringa con gabinete y aparato de seguridad, son torpes, corruptos e ineptos. Es todo un derroche de adrenalina política y policiaca. Se trata desde luego de Jack Bauer, protagonista de la serie 24.

Durante un día completo, Jack debe salvar al país, reconstruir la relación con su hija, desenmascarar a altas figuras de gobierno, darse de besos, hablar con suavidad a los amigos y torturar enemigos a la menor provocación. No tiempo tiene de comerse una ensalada o un jugo energético, debe cargarse una úlcera de todos los demonios.

Además lleva siempre consigo una mochila de lona de la que nunca se desprende, de la cual saca con precisión y utiliza de la misma manera radios satelitales, celulares, lentes infrarrojos, navajas suizas, granadas o brújulas. Nunca un sandwichito o una galleta. Vive y se alimenta de adrenalina.

Mi distancia definitiva con Jack se delimita justo con esa mochila. Juego a imaginarme en esas situaciones: olvidaría el walkie talkie en todos lados, el celular sonaría cuando me encuentro escondido en la guarida de Bin Laden, el lente infrarrojo se me caería en la cubierta de un submarino nuclear y el gps estaría lleno de la mayonesa del bocadillo de jamón serrano que no he podido comer.

Entonces, por no poner a la humanidad en riesgo, mejor pienso: si mi relación con la mochila fuera como la de él, no habría perdido cosas apreciadas, seguramente conservaría aún mi teléfono celular, la cachucha verde de cuero, varios discos compactos, la chamarra maravillosa, los boletos del concierto, el papel importantísimo en el folder naranja... En fin.

Mi primo Ricardo

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Envidié siempre su caja de juguetes, impecable, con bisagras perfectas, lo cual quiere decir que tenía una tapa que cerraba con mecanismo suizo, poniendo pausa a una enorme cantidad de soldados, carros veloces que devoraban kilómetros con carrocerías aparatosas, vaqueros, juegos de mesa, caballos lustrosos y desde luego ágatas, agüitas, ponches y bombochas, o sea canicas. La mía era una especie de corral de tablas rojas, que además compartía con mis dos hermanos menores, un caos fascinante pero que en el fondo se sentía pobre.

El gusto por los juguetes estaba con él también a últimas fechas. Al lado de la puerta de su casa tenía estacionado un carrito de lámina y pedales rojo, regalo de su padre, remodelado con mucho cariño. Era la bienvenida a su espacio, en el que cohabitaban el ingeniero químico y el artista, devorando a un tiempo vino tinto de calidad sospechosa, quesos de mejor augurio e inefables Benson mentolados.

Uno de los descubrimientos musicales que más agradezco a la vida se lo debo a él, Eugenia León, dándose a escuchar primero en riguroso acetato y luego siguiéndola por lugares insólitos, recuerdo por ejemplo, ¡una iglesia en Ciudad Satélite!; allí flotaba el artista. Al final de estas líneas está el enlace su sitio electrónico, que da cuenta del nivel profesional de excelencia que tenía, territorio del ingeniero químico.

Ocurrente, divertido, con un sentido del humor bien dispuesto, recuerdo que miraba fascinado, como escultor, el conglomerado de tubos, mangueras y aparatos que tenía en Nancy, Francia, y que era parte de su proyecto de investigación de doctorado. Yo le decía que, con todo respeto, parecía laboratorio de científico loco de película del Santo.

Hablar en pasado o en pasado imperfecto de él se debe a la triste situación de que falleció hace unas semanas, mientras yo daba un taller en Torreón. Fue una tarde dificilísima, lo lloré tanto.

Luego pensé lo mucho que le reconfortaría escuchar a Eugenia, que cada día canta mejor, diciéndole que la Tierra Luna está nomás aquí a la vuelta.

Su sitio electrónico es http://www.exergia.com.mx/mx/index.php

telón de balas

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Con este texto pretendo dar continuidad a una serie de reflexiones sobre la situación de extrema violencia que se presenta en México, en particular en la zona norte, cuya explicación oficial es la “guerra contra el narco”, denominación convenenciera para referirse a un estado de descontrol que pone en entredicho la propia imagen del Estado. Como ha ocurrido, en otro frente, con las secuelas de la muerte lamentable de 49 niños por un incendio en la guardería ABC de Hermosillo. El gobierno decide encubrir culpas y responsabilidades y ofrece becas de por vida a los 76 sobrevivientes, mismas que son rechazadas por varios de los padres; a la impunidad del presente que ya se hizo pasado se ofrece un futuro de subvenciones cargadas de remordimiento.

Cualquier intento de impactar con una imagen de decapitados, de cuerpos arrojados a la orilla de la carretera, se diluye por el surgimiento de datos e imágenes más escandalosas de cada día. Es un asunto de conjugación de tiempos, esto pasó, pasa y pasará y de incorporación de nuevos verbos al habla cotidiana: “rafaguear”, lanzar tiros de metralleta al bulto, “levantar”, secuestrar a alguien sin que exista petición de rescate, “sordear”, ignorar al otro.

Hay muchos botones de muestra, pero acabo de estar en dos de ellos, Reynosa, Tamaulipas, y Torreón, Coahuila. En esta última ciudad 17 personas fueron ejecutadas en una fiesta el pasado 18 de julio, el comando que lo llevó a cabo salió de la cárcel de la vecina ciudad de Gómez Palacio, es decir, los reos. A los dos días la directora de esa penitenciaría es arrestada, ante violentas protestas de sus inquilinos, agradecidos con una funcionaria facilitadora de fuentes alternas de ingresos.

Decía Ignacio Retes, brillante hombre de escena fallecido hace poco más de seis años, acerca de cuál era su aspiración como director de teatro, “ser un ciudadano más”, precisaba, ocupado y preocupado por los asuntos de su entorno, él, desde los escenarios de la producción oficial en la década de los sesentas avizoraba con un espectáculo llamado Juan Pérez Jolote, con el primer actor Ignacio López Tarso, el levantamiento zapatista de 1994. En este momento, la ciudadanía teatral consiste en socializar, tan ampliamente como sea posible, la devastación de la calidad de vida, la defensa del teatro como un espacio para el encuentro social, la necesidad de crear ficciones reveladoras en el escenario.

El telón, ese recurso técnico que divide la escena y la vida cotidiana se ha expandido hacia fuera de la sala, a la entrada del recinto, a la cuadra en la que está situado; en vez de tercipelo o pana está formado por balas y armas de distintos calibres, en vez de cenefas, kalshnikovs. Se ha ido cerrando de manera gradual pero continua.

Por eso, he tomado la decisión de dejar atrás un miedo tangible y contagioso, del cual hablo en un artículo publicado en el último número de la revista Paso de gato, para dar a conocer la situación que se vive en el país y cómo afecta la difusión y promoción del teatro. Camino pues, al lado de Retes y observo cómo se inauguran impecables teatros y espacios de difusión cultural que van a tener que hacer milagros para que el espectador tome valor y ocupe esas comodísimas butacas. Para que quede más claro el acotamiento de los tiempos de ocio, el equipo de Futbol Santos de Torreón, que estrenó estadio hace unos meses, acaba de implementar medidas de seguridad extrema para los futbolistas y ha reducido los servicios recreativos al público.

Se habla de capturados, de pérdidas civiles, pero no de la descomposición radical de la calidad de vida en un lugar. Lo que es claro es que no cabe la apatía, informarse también es una decisión, una actividad; la red lo facilita. Sorpréndase, escriba en el buscador de You Tube “balaceras Reynosa” o “balaceras Torreón”.

Las calles en las ciudades del norte han cambiado, se camina en ellas con temor, como nación del cine fantástico amenazada por vampiros, cuando el sol se oculta las personas tienden a buscar el refugio de su casa, los grupos de teatro se reúnen poco y ensayan menos, hay pocas presentaciones. Vale por ello la pena mencionar dos producciones que se llevan a cabo en el Estado de Tamaulipas, ubicado en el noreste de México, donde el candidato que llevaba ventaja para la gubernatura, en una proporción de tres a uno, fue asesinado por un comando seis días antes de la elección, su hermano ocupó el lugar y actualmente es el gobernador electo.

Lo curioso es que se trata de dos piezas de teatro clásico, ¿Quién es Macbeth?, basada en el texto de Shakespeare y Fuenteovejuna, de Lope de Vega.

Bajo la dirección y adaptación de Medardo Treviño, un grupo valiente de actores y músicos, Norte Sur Teatro, se acercan a Shakespeare para intentar hablar del poder y la usurpación, un Macbeth de sabor fronterizo está por estrenar en Reynosa, las brujas has sido sustituidas por representaciones simbólicas de los carteles del narcotráfico, el hilo que mueve las decisiones inoculado en las alianzas del protagonista.

Explica Mónica Gómez, una de las actrices y promotoras del proyecto: “hay un diálogo entre Ross y Macduff que refleja perfectamente nuestro discurso,

Macduff.- ¡Pobre patria nuestra bajo un tirano usurpador que empuña un cetro ensangrentado! ¿Cuándo verás de nuevo tus venturosos días? ¡Corazón, tu esperanza aquí murió! ¿Y mi tierra, sigue igual?

Ross.- ¡Ay, pobre patria, casi temerosa de mirarse a sí misma! Nadie sonríe salvo el que nada sabe; los gritos y lamentos desgarran el aire, los dolores más atroces se tienen ya por comunes. Redobla la campana de difuntos y nadie se pregunta por quién, si son tantos nuestros muertos, y se extinguen las vidas de los justos en medio de batallas que no nos corresponden, mucho antes que las flores de sus gorras, pues mueren antes de que estén enfermos, antes de que se les quite el miedo.

en nuestra lectura lo relacionamos con la situación de violencia y ambición desmedidas que se vive en nuestro país, la lucha de poderes que siempre ha existido, pero que ahora cobra fuerza para nosotros en el día a día con los cárteles de la droga y el gobierno que empuñan "un cetro ensangrentado", el pueblo mexicano que no deja el papel de víctima. Esto lo llevamos a escena con códigos visuales que permiten darle esa lectura a la obra, respetando el texto de Shakespeare, pero partiendo de nuestra justificación”.

Por su parte, Sandra Muñoz,ha armado con su grupo una versión contemporánea del clásico de Lope, Fuenteovejuna, la muerte de un gallero, en la que adapta el universo de la obra al de las peleas de gallos, que ocurren en un espacio tipo arena llamado “palenque”, así, toma un corrido tradicional, La muerte de un gallero, en el que un gallo de pelea da muerte con sus espolones a un poderoso ranchero, proponiendo un paralelismo entre este personaje y el comendador Fernán Gómez y del gallo giro, pequeño pero bravo, con el pueblo de Fuenteovejuna.

Explica Sandra, “descubrí sobretodo que es una obra poderosa pues toca nuestro profundo inconciente colectivo, toca nuestro instinto básico de supervivencia. Cuando las personas no tenemos seguridad, cuando desconfiamos de la ley, cuando sentimos que no tenemos voz ni voto, después de la impotencia brota el instinto: la autodefensa con violencia, que es algo que tenemos grabado en nuestros genes y en nuestras neuronas desde siempre. Como lo expresa el personaje de Flores en el tercer acto:


"....................Cuando se alteran
los pueblos agraviados y resuelven,
nunca sin sangre o sin venganza vuelven"

También me planteaba la pregunta ¿por qué y en qué condiciones los seres humanos con enorme capacidad para soportar el sufrimiento de repente se rebelan? agraviados moralmente y convencidos de tener derecho a algo, rompen lazos de obediencia porque la autoridad ha violado el contrato social, que explícita o implicítamente sostiene todo ordenamiento humano. Nuestro pobre país vive una decadencia absoluta en lo que a ese contrato se refiere: nadie cree ya en la clase política -ni ellos mismos-, hay desempleo, hay vida cara, y ¿tengo que decir de la inseguridad? Creo que esto último será -está siendo ya- la gota que en México derrama el vaso y que propicie que los que estamos acostumbrados a obedecer dejemos de hacerlo, pues la inseguridad y el fuego cruzado en las calles sólo nos deja sobrevivir, no vivir”.

Esos dos grupos del norte lanzan una señal de resistencia, hay que abrir el telón de plomazos y las puertas del teatro o de espacios alternativos de presentación poco a poco, con dificultades sin duda, pero instalados en la necesidad de que se sigan llevando a cabo las presentaciones; cancelar es darse por vencidos.

Continúo caminando con Retes al lado y procuro ser un promotor sagaz, el material que hay para armar ficciones teatrales es inabarcable, un poco agorero; la sangre simulada en el escenario frente a los performances de los cuerpos de ejecutados en calles y carreteras. La Revolución de hace cien años llegó del norte, pero estructurada, con un cierto ideario, ésta de ahora es la tierra de nadie, la celebración de una impunidad que no debe permitirse.

De patos y rinocerontes

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Este texto viene en el número más reciente de la revista Paso de gato, es resultado de la experiencia tremenda de pasar unos días en Reynosa y conocer el terror de la violencia cotidiana, que afecta a todos los habitantes de esa Ciudad y del Estado entero, donde hace poco más de una semana asesinaron al candidato que iba a ganar la gubernatura.

Quiero presentarlo en este espacio y dedicarlo con todo cariño y reconocimiento a quienes enmedio de balaceras, persecuciones y retenes siguen haciendo teatro.


El gobierno de Canadá, intrigado por la contaminación de una de sus aves migratorias, unos patos, decidió investigar la causa y resolverla, pues contagiaban a varios de sus congéneres. Después de una investigación tipo documental de National Geographic, delimitaron que la fuente del mal era la Laguna Escondida, en Reynosa, Tamaulipas, México, dañada históricamente por vertederos de Pemex.

Con gran corrección política, los canadienses decidieron hacer una aportación significativa para limpiar la Laguna conjuntamente con autoridades municipales y estatales. El trabajo lleva un gran progreso y va a ser un marco inmejorable para el nuevo Parque Cultural Reynosa, que abrirá sus puertas en unos cuantos meses en esa Ciudad fronteriza. El verbo abrir es muy adecuado, la arquitectura del lugar, su ubicación y fachada multicolor abren los brazos, invitan a entrar a sus teatros, galerías y restoranes.

La pregunta correspondiente, claro, es ¿quién se va a animar a recibir ese abrazo? Los grupos se reúnen poco y ensayan menos, no hay presentaciones, un grupo valiente de actores y músicos se acercan al joven Shakespeare para intentar hablar del poder y la usurpación, ¿podrán seguir ensayando? ¿estrenarán? Es lo deseable, alguien debe abrir las puertas menos espectaculares pero más útiles de una obra de teatro tan pertinente como Macbeth. Las únicas actividades culturales que se continúan realizando, con asistencia que disminuye, son las de formación.

Se viven momentos difíciles en todo el Estado y en esa Ciudad en particular. El periodista Miguel Treviño Rábago escribió el 24 de febrero del presente año el texto Reynosa huele a muerte, donde señalaba que “como en las viejas películas del oeste, nada más el viento recorre las calles. Nos hace recordar los momentos antes de los duelos en que la gente corría a esconderse. Así estamos todos en ésta ciudad; escondidos y asustados. Los pistoleros famosos andan enojados y han prometido exterminarse unos a otros. El problema es que el sheriff también abandonó el pueblo. Reynosa es por el momento, tierra de nadie”.

Durante una estancia significativa en esa ciudad pude comprobar que esa imagen de escondidos y asustados entre la población, incluidos desde luego los teatristas, es la pura verdad. En la radio o en las redes sociales se avisa en Ciudad de México de los puntos críticos del tráfico, en Reynosa de balaceras. En medio de una comida o una cena, los asistentes bajan la voz cada que dicen frases como “los zetas” o “los del cártel del golfo”, genéricamente se refieren a ellos como los malandros. Sin exagerar, todos conocen de primera mano casos de heridos de bala, “levantados”, quemazones de oficinas públicas, correteados; sobrevivientes todos. Ser un simple ciudadano, de cualquier oficio o profesión, teatro incluido, es un peligro.

Como en el Rinoceronte, la famosa obra de Ionesco, se ve pasar la brutalidad al lado, se le teme y se le ignora a la vez. En lugar del paquidermo de cuernos bestiales, camionetas negras blindadas que en determinados momentos ostentan en los vidrios polarizados, con pintura de cera líquida, CDG (Cártel del Golfo), que en una manta colocada en diversos puntos de la Ciudad el 20 de febrero, anunciaba:“Reynosa es una ciudad segura, no pasa nada ni pasará nada, sigan su vida normal”.

Los automovilistas manejan con temor, les cambia la cara cuando una camioneta se coloca detrás de ellos, aceleran para llegar a casa, cuando no conviene oir algo, es más pertinente ignorarse, sordearse. Dice una joven actriz, “es como vivir encañonado, celebramos el bicentenario sin poder salir de casa.”

También circula entre los norteños una parodia bastante ácida de la prueba Enlace que realiza la SEP, una de las preguntas es: “Juanito tiene una AK -47 con un cargador de 30 tiros. Por lo general falla 6 de cada 10 tiros, y utiliza 13 tiros cada vez que dispara desde su coche en movimiento. ¿Cuantas veces puede Juanito disparar desde su coche en movimiento antes de tener que recargar su arma?”

¿Cómo es posible, se pregunta uno, que esto se ignore en el resto del país? Se habla de capturados, de pérdidas civiles, pero no de la descomposición radical de la calidad de vida en un lugar. Lo que es claro es que no cabe la apatía, informarse también es una decisión, una actividad; la red lo facilita. Sorpréndase, escriba en el buscador de You Tube Balaceras Reynosa.

El periodista Marc Lacey escribe en el New York Times, el 24 de marzo, una nota cuyo cabeceo es inclemente, En la guerra contra las drogas, México pelea contra el Cartel y consigo mismo: “A veces creo que esta es una guerra que nunca podrás ganar”, susurra un soldado mexicano al reportero, lejos del alcance del oído de su comandante, durante un patrullaje en Reynosa, “haces lo que puedes, pero ellos son mucho más que nosotros”.

Y desde luego ese es el otro caso, la presencia del ejército federal, otro rinoceronte, pero fuera de hábitat, descontrolado y sediento. Impone a la vista el desplazamiento de convoyes por la ciudad, los retenes continuos, imponen más relatos que asombran: han llegado a disparar a autos en movimientos cuyos tripulantes son simples ciudadanos. Un artista de la escena cuenta su experiencia de resurrección: tomó un libramiento, el de Nuevo Laredo, y desde un retén le disparan, alcanza a refugiarse bajo el volante, los soldados lo sacan, tiene sangre, como puede llega a un hospital, un rozón de bala; sobrevive.

Por otro lado esos integrantes del ejército no están cómodos, habitan en campamentos improvisados, apretados muchas veces en pocas habitaciones, sin el equipamiento ni los recursos para hacer frente a un clima que a partir de junio va a ser muy caluroso, algunos de ellos de plano piden ayuda para conseguir cantimploras o casas de campaña, muchos tampoco reciben su salario a tiempo. Una profesora refiere una escena antológica “cruzando el puente internacional por Progreso, recordé que traía unas bolsas de manzanas y naranjas en el auto, no las podemos cruzar por ley, así que llamé a un soldado de una tanqueta estacionada justo antes de la caseta de cobro, y después de una cara hosca al oir lo que le ofrecía, rapidito soltó la metralla, saltó del tanque y se acercó totalmente vulnerable, recibió con una sonrisa de oreja a oreja las bolsas de frutas diciendo que qué bueno porque tenía hambre”.

El día a día de los reynosenses está plagado de anécdotas de supervivencia, no tan felices como el acto de soltar una metralleta para tomar fruta: una profesora de preescolar interrumpe la actividad con sus pequeños y les pide que se acuesten en el piso, boca abajo, y que le digan un cuento. Cuando terminan vuelven a sentarse y tan sólo unos minutos después les pide hagan la misma actividad, para luego organizar recreos que no ocurren en el patio, sino en el propio salón. Balaceras a unas cuadras de distancia. Más tarde, en la calle, puede verse a niños que juegan con los agujeros de bala en las paredes.

Público familiar que asiste al cine en un centro comercial se ve atrapado por tiroteos, los meten en un refrigerador para protegerse, otros tantos se refugian en un Carl’s Jr, ¿puede el olor a hamburguesa ser más inoportuno? O bien un joven actor habla por celular mientras cruza un puente de peatones. Minutos después es levantado por una patrulla del CDG, lo interrogan, lo suponen informante, registran su casa, lo salva el ostentarse como actor. Qué terrible razonamiento pero qué salvación, ¿hay algo menos peligroso que eso?

Poco alientan las señales disparatadas del jefe del Ejecutivo, que habla, desde la derrota, de una guerra que se está ganando, que celebra como logro la muerte de un narcotraficante cuyo cuerpo ensangrentado, cubierto de dólares, fue fotografiado y dio la vuelta al mundo, que anuncia con alivio que sólo el diez por ciento de las víctimas, que pasan por cierto de veinte mil, son civiles, o que cuestiona la difusión en los medios de las narcomantas, no la razón de su existencia, sino su aparición en primeras planas. ¿Puede nuestro mencionado y admirado Ionesco tener mayor actualidad?

En el otro extremo del Estado, en Tampico, la cosa no está mejor, los dos rinocerontes pastan a la orilla del Golfo.

Por ejemplo, el programa nacional de teatro escolar que organiza el INBA, ha visto muy lastimada su operación, una destacada directora y promotora cultural de ese puerto, con collarín ortopédico resultado de evitar de la manera más rápida una persecución, señala que “todas las funciones a partir de la semana santa han sido canceladas, evidentemente las escuelas no quieren salir. Peor aún, hay escuelas que han cancelado clases”. Ante el reclamo de no acudir al teatro, una directora de Escuela pregunta: “¿cómo quiere que saquemos a los niños al teatro, si la tercera parte ni siquiera viene a la Escuela?”.

A las siete y media de la tarde las calles se vacían. Son impresionantes las fotos que pueden encontrarse del centro de esa ciudad, tradicionalmente pletórico de actividad; como película de ciencia ficción donde la humanidad ha desaparecido, ¡No se ve a nadie! Además, hace poco un reportaje televisivo mostraba que en las escuelas de educación básica de ese puerto hacen ya simulacros de balacera, con la misma o mayor pertinencia que si se tratara de un incendio o un temblor.

No es sólo la actividad teatral la que se desmorona, sino todo el tejido social y económico, la gente no sale al cine, cancelan la Feria de Tampico, incluso presentaciones del cómico de la televisión Polo Polo. Ángeles de la flama roja, obra ganadora de una convocatoria que regularmente convoca a muchos espectadores, estrenó con cincuenta personas en una sala para 200 y luego llegó a tener funciones con siete, amigos por cierto del elenco.

Allí se lanza una señal de resistencia, hay que abrir el telón y las puertas del teatro o de espacios alternativos de presentación poco a poco, con dificultades sin duda, pero instalados en la necesidad de que se sigan llevando a cabo las presentaciones; cancelar es darse por vencidos. Renunciar a la diversión es doblegar el espíritu, la actividad escénica fue un polo de resistencia durante los bombardeos a Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial y esa es una lección que no debe dejarse pasar, a pesar de que en Tamaulipas el bombardeo no venga de una sola fuente.

La aspiración de los teatristas de Reynosa, de Tampico, de todo Tamaulipas es la de los patos canadienses, ser protegidos en su espacio natural y moverse en él con seguridad, con la esperanza de despegar y aterrizar pronto en un escenario, lejos del alcance de escopetas y estampidas de rinocerontes.

Hambre versus apetito

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Comí hace pocos días con Andrea, quien pese a algunos maltratos que las finanzas le prodigan, y a ser como el hombre de negocios del planeta que visita el Principito, que siempre está ocupado, se las ingenia para pasársela de manera decorosa, lo cual básicamente consiste en comer y beber bien.

En comer como “señorito”, podría decirse, darse un espacio para estar en un sitio agradable, sin padecer los rigores de la prisa, tan característicos, por ejemplo, en el día a día, o peor, cuando uno viaja “mochila al hombro” y para aprovechar al máximo las horas es capaz de despacharse dos piezas de pan que aprisionan casi siempre un contenido sospechoso con una bebida gaseosa. ¿El frenesí de desplazarse y ver cosas realmente es viajar con intensidad?

En cambio se puede privilegiar la charla de modo que el tiempo no establezca plazos, sino que sea un aliado. De consentirse, pues y todavía darse la oportunidad de debatir sobre el hambre y el apetito.

Para un sibarita no despeinarse tiene su ciencia y una de las situaciones más problemáticas es tener hambre. Andrea piensa que el comensal puede adaptarse a todo, yo sostengo que hay valores, el hambre es una necesidad y se padece, cualquier alimento en un caso así es bienvenido. El apetito es otra cosa, ese se crea, se prepara. El alimento no es un adversario del que deba prescindirse en un santiamén, un enemigo incómodo que debe ocultarse; debería ser a un tiempo una presa que se persigue y un cómplice.

Hay diversos platillos que desde su nombre anuncian su vocación, un caso notable es el “arroz del señorito”, que sirven en la costa mediterránea de España, consiste en que el pescado y los mariscos ya están limpios y pelados desde un principio; un tenedor es más que suficiente para entablar combate.

Es justo el que se ve en la foto de arriba, parece pedir al comensal que porte sus mejores galas para dar inicio a la ceremonia.

Moliere en Madrid

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Plantea el genial comediante francés en varias de sus obras que la hipocresía es una “virtud” social que deja bien parados a todos, lo hizo de manera tan cruda e ingeniosa que con el paso de los años uno de sus personajes se convirtió en una metonimia de esa característica, Tartufo, un hombre con alzacuellos que le metía mano a todo lo que se moviera pero pregonaba de dientes para afuera los buenos hábitos, ¿les suena?

Puede ser que a veces sea una familia, una comunidad, quienes hagan del vicio de aparentar una razón de ser. Peor, a veces puede ser una entidad del Estado, digamos el Tribunal Supremo de Justicia de España. ¡Es un escándalo y una vergüenza!

La guerra civil y el franquismo han estado muy cerca de mi de diversos modos, en los exiliados que llegaron a México, en amigos que se quedaron de aquel lado del charco, en la microhistoria de cientos de personas resistiendo con dignidad, viviendo con historias impresionantes de abuso de autoridad, que a veces, como en Catalunya, se imponían hasta en el idioma. Conozco de memoria pasajes poéticos de García Lorca, Antonio Machado y Miguel Hernández, sus palabras han ayudado a expresar mis emociones en diversos momentos. Los tres fueron víctimas de su pensamiento político.

En la secundaria religiosa donde estudié, otro compañero y yo poníamos en crisis a los hermanos lasallistas pidiéndoles explicar de qué manera podía ser cristiano ejecutar en el garrote vil, a unos ciudadanos vascos.

En fin, el Juez Baltasar Garzón tuvo a bien tomar la iniciativa de investigar los crímenes del franquismo y fue detenido en seco por el propio aparato de justicia, que lo ha destituido mediante una argucia legaloide, ya no es más juez, después de 22 años. Es decir, si investiga a Pinochet, sí, a la ETA, también, ¿Y el franquismo no? ¿los golpes de Estado y los crímenes de guerra nada más existen afuera? Lamentable imagen de un país tan querido como España.

Hace un par de años en Barcelona, estuve en una cena en honor del poeta Marcos Ana, el preso que más tiempo pasó en las cárceles franquistas y cuya vida inspira la próxima película de Almodóvar. Dice el poeta sobre este caso de Garzón: “En mis años de condenado a muerte di el último abrazo a centenares de compañeros cuando iban a vivir la última madrugada de su vida. Se enfrentaban orgullosos a la muerte convencidos de que se acercaba un amanecer libre y democrático para España. Es difícil no recordarles e imaginar lo que pensarían si supieran que un juez democrático ha sido encausado por tratar de investigar a sus asesinos”.

Y mientras, honrando a Moliere, el juez del Tribunal Supremo Luciano Varela, bebe seguramente con placidez una taza de chocolate humeante, ¿quién se habrá creído que la justicia es para todos? se pregunta.

Sabina en Los Pinos

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Hey Sabina, ¿cómo está eso de ir a comer a Los Pinos con el presidente, transportado en una camionetota del estado mayor?

¿Apoco no sabes que a muchos nos dio gusto que, para abrir boca a tu llegada a México, dijeras que la guerra con el narco era una pendejada? A muchos que desde los tiempos de viceversa hemos caminado y vivido de todo con tus canciones, nos pareció que esa declaración estaba muy pero que muy bien, como cuando le cantabas al gobernante que hablaba con “lengua de serpiente”.

Es más, desde finales de los ochentas hemos perseguido tus conciertos, comprobado que tus escuchas se saben de memoria la mayor parte de tu obra y que tu voz claro que ha cambiado, como la de Chavela, y que nomás le queda el estilacho. Eso sí, siempre en un feliz convivio del poeta y el músico; ahora con una exhibición continua de bombines que me llenan el alma de envidia.

Impúdicas, se podría decir que algunas de tus aficiones y letras tienen esa característica. Se celebra por ejemplo, que estés muy al tanto de lo que pasa en el mundo del futbol, ¿a quien se le ocurre ser hincha del Atlético de Madrid?, del habla chilanga y las figuras mitológicas de la cultura urbana de México. Vamos, Cantinflas está en tu lista de favoritos, que te quites el sombrero –el envidiado bombín- cuando hablas de Mi General Lázaro Cárdenas, ¡así le digo yo también! Y que cargues en la valija a José Alfredo.

Pues con todo eso y pese a haberte desmarcado de Serrat, que gusta de comer con Jefes de Estado, vas a la comida a Los Pinoles –te regalo esa manera de referirse a la sede presidencial- ¿Y qué? ¿Te parece bien que al personaje en cuestión le gusten canciones tuyas que, has de perdonar la confianza, no son lo mejor de tu repertorio? Pero peor: ¿apoco no te diste cuenta que ir a ese protocolo de comida fue desdecirte? No es lógico, después de haber compartido la crema de elote, las dobladas de mole, la capirotada y el herradura reposado –seguro algo así fue y Gómez Mont comió doble- decir: “mantenemos las diferencias”. ¡Por favor!

Sabina, ¿qué tuviste que tomarte antes de ir a ese sitio? ¿un Paternina? Seguro que una pastilla para no soñar.

Cipriano y el mole

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Habla Saramago en una de sus novelas que más me gusta, La caverna, de cómo sobrevivir al dignificar espacios de trabajo que están en vías de extinción. En ese caso elaborar delicadas piezas de barro que el protagonista, Cipriano Algor, acompañado por su hija, trata de vender. No puedo quitarme de la cabeza la imagen de ese hombre que elabora las piezas, las empaca, las distribuye a pura fuerza de riñón, el número necesario y justo que requiere, ni más ni menos.

Sin saberlo, Cipriano Algor, permite la combinación de literatura y comida en un encuentro con amigas, excompañeras de trabajo en la Coordinación de Teatro del INBA, en un lugar, Casa Merlos, donde se prepara quizá el mejor mole de la Ciudad de México y que abre cuatro días a la semana, bueno en realidad cuatro tardes, jueves a domingo de una a seis.

Es una casa de regular tamaño que se ha habilitado como restorán, no cabe mucha gente. Hay que llegar temprano y pedir ídem. Uno puede llegar a buena hora pero dejarse llevar por los efluvios de aperitivo y cuando se decide por un platillo resulta que ya se acabó el mole, el pipián o el encacahuatado; nomás preparan cierta cantidad. Cipriano sonríe.

Convivo con Angelina, Mónica y Alma Rosa. La primera ingresó a Bellas Artes a trabajar con Héctor Azar y se jubiló el año pasado, tuve el gusto de tenerla como asistente y la verdad fue un privilegio, eficiente, discreta y con gran autoridad entre la comunidad teatral, ¡todos se le cuadraban! Con ella al lado, las cosas eran menos difíciles. Mónica, Alma y Ana Valenciana, que lamentablemente no llegó, siguen en la trinchera, defienden los espacios de teatro público de las enemistades más diversas, allí están, para tranquilidad de los ciudadanos interesados en la actividad escénica.

Y Cipriano no sólo sonríe, levanta un caballito de tequila y brinda con ellas.

Puras madres de teatro

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Después de visitar a Carballido a través del montaje de una de sus obras, me queda claro que es un autor que merece, necesita, ser mirado de nuevo. Es mentira que su teatro necesite una resolución costumbrista de muros de triplay y muebles de bodega. Da para mucho más, sorprende la eficacia de su diálogo y la capacidad de trabajar con lo que el público está esperando.

Como se sabe, el tema de la familia es uno de los detonantes de muchas de sus obras clásicas; digamos más, la falacia de la familia unida. En Fotografía en la playa, los individuos en pugna por libertad, desarrollo profesional o emotivo, son aplastados por el apremio de una foto que consagre una armonía que en la realidad no existe. En Escrito en el cuerpo de la noche, la verdadera realización y logro consiste en separarse, en dejar el nido.

En los mecanismos de control familiar en su teatro, la figura de la madre es muy importante, son amorosas pero dominantes, fuertes aunque simulen debilidad; en pocas palabras fascinantes. Inevitable mirar algunas obras mayores del teatro mexicano donde el personaje de la madre es explorado y llevado a unas zonas oscurísimas, tremendas Medeas nacionales como Ana Romana de Los Signos del Zodiaco, de Magaña o Marta en El niño y la niebla, de Usigli.

La obra a la que he hecho la visita se llama Mañanas de abril y mayo y es en el fondo una obra sobre la maternidad, la imprevista, la sensual, la dominante; es poco conocida y muy eficaz con el público, el Maestro comedor de mole anticipaba perfecto por dónde pegaría el diálogo con el público y la verdad es que uno no deja de sorprenderse.

Las fotos de arriba son de Javier Flores.

Nieve y ceniza

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Reviso ahora en las clases de la Escuela de Teatro de Bellas Artes algunas obras del Barroco, siempre aparece con total brillantez el teatro de Calderón, sus múltiples recursos retóricos, una pólvora que no acaba con el lenguaje y propone personajes que trascienden del tipo, que ponen en tensión las fórmulas de la Comedia Nueva: la maravillosa viuda Ángela de La dama duende, ¿en qué anda? ¿por qué tiene esa vida nocturna tan elaborada?

Así ahora, paso algunos días en Colima para montar una obra y me encuentro que el hábitat natural de esa ciudad de aroma tropical es justo el barroco. La presiden dos volcanes que desde cualquier azotea del norte de la ciudad se ven sensacionales, el volcán de fuego y el nieve, y desde allí comienza a asomarse Quevedo con su famosa antítesis del “fuego helado”.

Esa característica va desde luego de la mano de la comida. Las reelaboraciones del maíz son impresionantes, se sirven en cenadurías y allí puede verse cómo ese cereal puede dar lugar a varios ejercicios retóricos: un tamal de ceniza, digamos, que se baña en salsa de tomate, unos nachos que parecen un platillo especial, sopitos, enchiladas dulces o el colmo, una tostada de costilla, que consiste en la base de maíz cubierta por lechuga abundante y coronada por una costilla frita tamaño Picapiedra. Luego, si tiene uno sed, se toma una tuba, agua fresca que se hace con un extracto de palmera, incluye fruta picada, ¡acitrón! y como detalle final, cacahuates, que flotan muy a gusto en el vaso. Si queda lugar y no se ha llamado aún al cardiólogo, puede tomarse una paleta de vainilla rellena de ate de guayaba.

También hay espacio para mayores delicadezas, una panela asada por ejemplo, es decir un queso fresco al que se deja salir el suero y luego se sirve a la plancha, entrada inigualable para hacer camino en gratísima compañía.

Viene después el tema de poner una obra de teatro: elenco que al cabo de los días no puede completarse, ceniza, brillantez en la ejecución de algunas escenas, nieve, problemas con la escenografía, ceniza ceniza, entrenamiento preexpresivo eficaz con un elenco y equipo muy comprometidos, nieve nieve, montaje final en el teatro, nieve/ceniza.

Esos de la foto de arriba son los volcanes vistos desde Comala, no oculta intención barroca alguna de vender el coche o la cuatrimoto.

Oasis de crudos

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¿Dónde siente uno que más pasa el tiempo? Puede ser que en la referencia a objetos específicos a jóvenes que apenas llegan a los veinte años. Explicar por ejemplo el funcionamiento de un tornamesa automático y decir cosas como: era un aparato que iba despachando discos de acetatos desde una torre, el disco acababa, se levantaba el brazo con aguja (!), se retiraba, bajaba el siguiente y volvía a colocarse haciendo un pequeño ruido de escrach, todo a una velocidad de 33 revoluciones por minuto. Suena como si uno tratara de explicar el funcionamiento del arco y la flecha.

También se siente en la oferta de la televisión, ahora el cable está muy extendido y antes lo más común era depender de la señal abierta y horrores que ya desde entonces la acompañaban, sin embargo para los amaneceres de sábado y domingos de los ochentas había una excepción notable en un canal cultural, el 9, mejor desde luego a los programas especiales de aspiradoras maravillosas o trapeadores que limpian solos la casa.

Era un programa de aerobics que se llamaba Ritmo vital, donde unas bellísimas mujeres hacían, con leotardos apastelados y calentones en las pantorrillas una serie de ejercicios, llamados de alto impacto si tenían brinquito, o de bajo impacto si carecían de él. Era un bálsamo para todo aquel que trataba de sobrevivir la cruda de la noche previa y estaba a punto de salir a la cacería de una barbacoa.

Impecables en la respiración y la ejecución de sus ejercicios, provocaban que uno las mirara hipnotizado, esperando la simple aparición de alguna de ellas pero sin la menor intención de hacer los ejercicios, casi siempre acompañados por rolas que circulaban en rock 101.

Una vez las encontré en el espacio escultórico de Ciudad Universitaria, grababan allí varias de sus rutinas. Me sorprendió que fueran tan menudas, ¡ninguna pasaba de 1.60! No importaba, durante muchos meses el impacto siguió siendo fulminante.

Apuntes de sibarita amateur

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Me dice un amigo, acostumbrado a la devastación degustativa, no por ello menos agradable, del tequila, de su interés por acompañar las comidas con vino y de su búsqueda de consejos y opiniones sobre el tema. ¿En qué consiste un buen vino? Poco ayudan a responder los catálogos de esos productos, que incluyen frases como: “delicado toque de cerezas”, “nota correcta de turbiedad”, “taninos dulces y redondos”.

Un jefe que tuve era de carrera larga para comer, el vino no acompañaba la comida, sino al revés, después de la segunda botella uno ya sabía que no habría trabajo en la tarde y que comenzarían unas rondas de digestivos eficaces, pero muy extravagantes, que lo dejaban a uno en un sopor cercano a la fumigación. Sin embargo por allí se aproxima una buena respuesta; el secreto del verbo acompañar, no sólo la comida, sino la charla y sobre todo las personas que la provocan. ¿Qué hace a un vino notable?, preguntan en la película Sideways, pues la ocasión, dice el protagonista.

No lo hace la mera idea de cumplir compromisos, no regalar por regalar, sino hacerlo con aquellos vinos que uno mismo bebería. Tampoco por apantallar. Entrevistaba Juan José Millás a uno de estos futbolistas que ganan millones de euros por respirar, quien sin que viniera mucho a cuento, le obsequia un botella del codiciado y carísimo Vega Sicilia, que puede andar por los ocho mil pesos.

Mejor en corto expongo algunos hábitos de un sibarita amateur: comer con aperitivo y entrada, alguno que sea del color del mediodía, el mejor de ellos el fino andaluz, aceitunas buenas, queso fresco, semillas tostadas, por ejemplo. Pasar al segundo tiempo solicita la participación de un buen vino que lubrique la recta final, sea con carne, pescado, incluya postre o no. Como el teatro o una película, sabe bien o no. Riberas del Duero, Riojas o Mallorquinos de 2004 o 2005, botellas que a granel pueden andar entre doscientos y trescientos pesos; más chiste tiene por tanto ocuparnos de la oportunidad y galas de la compañía.

Están entre nosotros

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Esta entrada poco tiene que ver con los temas habituales que de vez en vez, o mes en mes, intento compartir. Ahora entreabro la puerta de un tema que me apasiona, la historia de México, para denunciar francamente la agresividad y virulencia del clero mexicano.

Estudié una buena parte de mi vida en una escuela religiosa católica, conozco de sacerdotes asistiendo a salones para confesar alumnos, estancias en el seminario menor de Tlalpan, donde se adoctrinaba con la música de fondo de Roberto Carlos cantando La montaña y de los abusos que allí se cometían en agravio de un grupo de estudiantes que llegaban y se retiraban del colegio en un transporte especial, los llamábamos “los aspirantes”, querían ser al cabo de los años sacerdotes y se preparaban desde la Secundaria.

También conozco, conocemos, los casos de pederastia que han supurado por todos lados. Por ello no deja de sorprenderme –aterrorizarme es más adecuado- la postura de la iglesia en contra de los matrimonios gay y las adopciones. ¿Acaso hay un texto en el Nuevo Testamento que sea más incluyente que los Evangelios? ¿Con qué cara y credibilidad hablan curas y obispos con tal encono de ese tema?

En realidad el asunto es más serio, tiene que ver con una clase en el poder muy retrógrada que quiere posicionar a la iglesia, con la debida complicidad de medios como televisa o tv azteca, como jerarca de conciencias entre mexicanos.

Desde el periodo de Salinas de Gortari, estos “cangrejos” han vuelto a hacer acto de presencia, con alzacuellos y golpes de pecho incluidos. Los mayores agravios que este país sufrió durante el siglo XXI no estuvieron a cargo de ninguna potencia extranjera, fueron responsabilidad completa de la iglesia mexicana. Eran los dueños de todo, ahora son los codueños. ¿Qué están preparando?

Por eso no dejo de admirar a los liberales de la guerra de Reforma, íntegros, honrados. No tenían manera de ganar y lo consiguieron, ganaron, plantaron cara al abuso y la traición.

Hagámoslo, hablemos del asunto entre quienes sepamos que tienen dudas. Imaginen una cena de capos y descríbanla diciendo que los convidados a la repartición del pastel tienen el aspecto de Norberto Rivera, Benedicto XVI y Gerónimo Prigione (¿se acuerdan de él?), pero vestidos de trajes oscuros, gabardinas y sombreros. A ver si así queda claro de quienes estamos hablando.