telón de balas

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Con este texto pretendo dar continuidad a una serie de reflexiones sobre la situación de extrema violencia que se presenta en México, en particular en la zona norte, cuya explicación oficial es la “guerra contra el narco”, denominación convenenciera para referirse a un estado de descontrol que pone en entredicho la propia imagen del Estado. Como ha ocurrido, en otro frente, con las secuelas de la muerte lamentable de 49 niños por un incendio en la guardería ABC de Hermosillo. El gobierno decide encubrir culpas y responsabilidades y ofrece becas de por vida a los 76 sobrevivientes, mismas que son rechazadas por varios de los padres; a la impunidad del presente que ya se hizo pasado se ofrece un futuro de subvenciones cargadas de remordimiento.

Cualquier intento de impactar con una imagen de decapitados, de cuerpos arrojados a la orilla de la carretera, se diluye por el surgimiento de datos e imágenes más escandalosas de cada día. Es un asunto de conjugación de tiempos, esto pasó, pasa y pasará y de incorporación de nuevos verbos al habla cotidiana: “rafaguear”, lanzar tiros de metralleta al bulto, “levantar”, secuestrar a alguien sin que exista petición de rescate, “sordear”, ignorar al otro.

Hay muchos botones de muestra, pero acabo de estar en dos de ellos, Reynosa, Tamaulipas, y Torreón, Coahuila. En esta última ciudad 17 personas fueron ejecutadas en una fiesta el pasado 18 de julio, el comando que lo llevó a cabo salió de la cárcel de la vecina ciudad de Gómez Palacio, es decir, los reos. A los dos días la directora de esa penitenciaría es arrestada, ante violentas protestas de sus inquilinos, agradecidos con una funcionaria facilitadora de fuentes alternas de ingresos.

Decía Ignacio Retes, brillante hombre de escena fallecido hace poco más de seis años, acerca de cuál era su aspiración como director de teatro, “ser un ciudadano más”, precisaba, ocupado y preocupado por los asuntos de su entorno, él, desde los escenarios de la producción oficial en la década de los sesentas avizoraba con un espectáculo llamado Juan Pérez Jolote, con el primer actor Ignacio López Tarso, el levantamiento zapatista de 1994. En este momento, la ciudadanía teatral consiste en socializar, tan ampliamente como sea posible, la devastación de la calidad de vida, la defensa del teatro como un espacio para el encuentro social, la necesidad de crear ficciones reveladoras en el escenario.

El telón, ese recurso técnico que divide la escena y la vida cotidiana se ha expandido hacia fuera de la sala, a la entrada del recinto, a la cuadra en la que está situado; en vez de tercipelo o pana está formado por balas y armas de distintos calibres, en vez de cenefas, kalshnikovs. Se ha ido cerrando de manera gradual pero continua.

Por eso, he tomado la decisión de dejar atrás un miedo tangible y contagioso, del cual hablo en un artículo publicado en el último número de la revista Paso de gato, para dar a conocer la situación que se vive en el país y cómo afecta la difusión y promoción del teatro. Camino pues, al lado de Retes y observo cómo se inauguran impecables teatros y espacios de difusión cultural que van a tener que hacer milagros para que el espectador tome valor y ocupe esas comodísimas butacas. Para que quede más claro el acotamiento de los tiempos de ocio, el equipo de Futbol Santos de Torreón, que estrenó estadio hace unos meses, acaba de implementar medidas de seguridad extrema para los futbolistas y ha reducido los servicios recreativos al público.

Se habla de capturados, de pérdidas civiles, pero no de la descomposición radical de la calidad de vida en un lugar. Lo que es claro es que no cabe la apatía, informarse también es una decisión, una actividad; la red lo facilita. Sorpréndase, escriba en el buscador de You Tube “balaceras Reynosa” o “balaceras Torreón”.

Las calles en las ciudades del norte han cambiado, se camina en ellas con temor, como nación del cine fantástico amenazada por vampiros, cuando el sol se oculta las personas tienden a buscar el refugio de su casa, los grupos de teatro se reúnen poco y ensayan menos, hay pocas presentaciones. Vale por ello la pena mencionar dos producciones que se llevan a cabo en el Estado de Tamaulipas, ubicado en el noreste de México, donde el candidato que llevaba ventaja para la gubernatura, en una proporción de tres a uno, fue asesinado por un comando seis días antes de la elección, su hermano ocupó el lugar y actualmente es el gobernador electo.

Lo curioso es que se trata de dos piezas de teatro clásico, ¿Quién es Macbeth?, basada en el texto de Shakespeare y Fuenteovejuna, de Lope de Vega.

Bajo la dirección y adaptación de Medardo Treviño, un grupo valiente de actores y músicos, Norte Sur Teatro, se acercan a Shakespeare para intentar hablar del poder y la usurpación, un Macbeth de sabor fronterizo está por estrenar en Reynosa, las brujas has sido sustituidas por representaciones simbólicas de los carteles del narcotráfico, el hilo que mueve las decisiones inoculado en las alianzas del protagonista.

Explica Mónica Gómez, una de las actrices y promotoras del proyecto: “hay un diálogo entre Ross y Macduff que refleja perfectamente nuestro discurso,

Macduff.- ¡Pobre patria nuestra bajo un tirano usurpador que empuña un cetro ensangrentado! ¿Cuándo verás de nuevo tus venturosos días? ¡Corazón, tu esperanza aquí murió! ¿Y mi tierra, sigue igual?

Ross.- ¡Ay, pobre patria, casi temerosa de mirarse a sí misma! Nadie sonríe salvo el que nada sabe; los gritos y lamentos desgarran el aire, los dolores más atroces se tienen ya por comunes. Redobla la campana de difuntos y nadie se pregunta por quién, si son tantos nuestros muertos, y se extinguen las vidas de los justos en medio de batallas que no nos corresponden, mucho antes que las flores de sus gorras, pues mueren antes de que estén enfermos, antes de que se les quite el miedo.

en nuestra lectura lo relacionamos con la situación de violencia y ambición desmedidas que se vive en nuestro país, la lucha de poderes que siempre ha existido, pero que ahora cobra fuerza para nosotros en el día a día con los cárteles de la droga y el gobierno que empuñan "un cetro ensangrentado", el pueblo mexicano que no deja el papel de víctima. Esto lo llevamos a escena con códigos visuales que permiten darle esa lectura a la obra, respetando el texto de Shakespeare, pero partiendo de nuestra justificación”.

Por su parte, Sandra Muñoz,ha armado con su grupo una versión contemporánea del clásico de Lope, Fuenteovejuna, la muerte de un gallero, en la que adapta el universo de la obra al de las peleas de gallos, que ocurren en un espacio tipo arena llamado “palenque”, así, toma un corrido tradicional, La muerte de un gallero, en el que un gallo de pelea da muerte con sus espolones a un poderoso ranchero, proponiendo un paralelismo entre este personaje y el comendador Fernán Gómez y del gallo giro, pequeño pero bravo, con el pueblo de Fuenteovejuna.

Explica Sandra, “descubrí sobretodo que es una obra poderosa pues toca nuestro profundo inconciente colectivo, toca nuestro instinto básico de supervivencia. Cuando las personas no tenemos seguridad, cuando desconfiamos de la ley, cuando sentimos que no tenemos voz ni voto, después de la impotencia brota el instinto: la autodefensa con violencia, que es algo que tenemos grabado en nuestros genes y en nuestras neuronas desde siempre. Como lo expresa el personaje de Flores en el tercer acto:


"....................Cuando se alteran
los pueblos agraviados y resuelven,
nunca sin sangre o sin venganza vuelven"

También me planteaba la pregunta ¿por qué y en qué condiciones los seres humanos con enorme capacidad para soportar el sufrimiento de repente se rebelan? agraviados moralmente y convencidos de tener derecho a algo, rompen lazos de obediencia porque la autoridad ha violado el contrato social, que explícita o implicítamente sostiene todo ordenamiento humano. Nuestro pobre país vive una decadencia absoluta en lo que a ese contrato se refiere: nadie cree ya en la clase política -ni ellos mismos-, hay desempleo, hay vida cara, y ¿tengo que decir de la inseguridad? Creo que esto último será -está siendo ya- la gota que en México derrama el vaso y que propicie que los que estamos acostumbrados a obedecer dejemos de hacerlo, pues la inseguridad y el fuego cruzado en las calles sólo nos deja sobrevivir, no vivir”.

Esos dos grupos del norte lanzan una señal de resistencia, hay que abrir el telón de plomazos y las puertas del teatro o de espacios alternativos de presentación poco a poco, con dificultades sin duda, pero instalados en la necesidad de que se sigan llevando a cabo las presentaciones; cancelar es darse por vencidos.

Continúo caminando con Retes al lado y procuro ser un promotor sagaz, el material que hay para armar ficciones teatrales es inabarcable, un poco agorero; la sangre simulada en el escenario frente a los performances de los cuerpos de ejecutados en calles y carreteras. La Revolución de hace cien años llegó del norte, pero estructurada, con un cierto ideario, ésta de ahora es la tierra de nadie, la celebración de una impunidad que no debe permitirse.