El paraíso del camaleón

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Estamos solos en la selva
y nadie puede venir a rescatarnos
estoy muriéndome de sed
y es tu propia piel la que me hace sentir
este infierno.

Soda Stéreo, Juego de seducción.

Hago un mapa de momentos de vida en los que haya habido un combate extremo entre ideas y emociones. Un punto medular son las elecciones de México en 1988. Cárdenas. El fraude. La caída del Sistema. Salinas. Pero en esas mismas coordenadas están Soda Stéreo, Los caifanes, mis suspiros por una estrella de televisión que se llamaba Laura Flores.

Todo cabe en el vocho verde en el que iba de casilla en casilla, como representante del PMS, reportando con júbilo resultados favorecedores.

Más de veinticinco años después miro dónde están desperdigadas las querencias y cómo me relaciono con ellas. A veces son territorios donde se empantanan convicciones con incapacidad para tomar responsabilidades y salir adelante.

Giro mi cabeza del volante del vocho a los tripulantes. Veo con perfección a los cuatro jóvenes de ésta obra, los reconozco, me reconozco y puedo elaborar con ello algo para la escena, mientras subo el volumen del radio análogo, giro la perilla de la sintonía y escucho una lista inverosímil de canciones.

Por ello la colaboración imprescindible de Alberto Castillo, compartimos referencias, profesores, y yo admiro su dramaturgia, viva, ingeniosa, profunda. Entiende, como todo el equipo, que en el cuadrante radial rasgue la voz de Luis Eduardo Auté, cuando enuncia una frase clave: el paraíso del camaleón. ¿Cambiamos para sobrevivir o mejor mantenemos un ojo grande y vigilante sobre el depredador?