Oasis de crudos



¿Dónde siente uno que más pasa el tiempo? Puede ser que en la referencia a objetos específicos a jóvenes que apenas llegan a los veinte años. Explicar por ejemplo el funcionamiento de un tornamesa automático y decir cosas como: era un aparato que iba despachando discos de acetatos desde una torre, el disco acababa, se levantaba el brazo con aguja (!), se retiraba, bajaba el siguiente y volvía a colocarse haciendo un pequeño ruido de escrach, todo a una velocidad de 33 revoluciones por minuto. Suena como si uno tratara de explicar el funcionamiento del arco y la flecha.

También se siente en la oferta de la televisión, ahora el cable está muy extendido y antes lo más común era depender de la señal abierta y horrores que ya desde entonces la acompañaban, sin embargo para los amaneceres de sábado y domingos de los ochentas había una excepción notable en un canal cultural, el 9, mejor desde luego a los programas especiales de aspiradoras maravillosas o trapeadores que limpian solos la casa.

Era un programa de aerobics que se llamaba Ritmo vital, donde unas bellísimas mujeres hacían, con leotardos apastelados y calentones en las pantorrillas una serie de ejercicios, llamados de alto impacto si tenían brinquito, o de bajo impacto si carecían de él. Era un bálsamo para todo aquel que trataba de sobrevivir la cruda de la noche previa y estaba a punto de salir a la cacería de una barbacoa.

Impecables en la respiración y la ejecución de sus ejercicios, provocaban que uno las mirara hipnotizado, esperando la simple aparición de alguna de ellas pero sin la menor intención de hacer los ejercicios, casi siempre acompañados por rolas que circulaban en rock 101.

Una vez las encontré en el espacio escultórico de Ciudad Universitaria, grababan allí varias de sus rutinas. Me sorprendió que fueran tan menudas, ¡ninguna pasaba de 1.60! No importaba, durante muchos meses el impacto siguió siendo fulminante.

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