Sabina en Los Pinos



Hey Sabina, ¿cómo está eso de ir a comer a Los Pinos con el presidente, transportado en una camionetota del estado mayor?

¿Apoco no sabes que a muchos nos dio gusto que, para abrir boca a tu llegada a México, dijeras que la guerra con el narco era una pendejada? A muchos que desde los tiempos de viceversa hemos caminado y vivido de todo con tus canciones, nos pareció que esa declaración estaba muy pero que muy bien, como cuando le cantabas al gobernante que hablaba con “lengua de serpiente”.

Es más, desde finales de los ochentas hemos perseguido tus conciertos, comprobado que tus escuchas se saben de memoria la mayor parte de tu obra y que tu voz claro que ha cambiado, como la de Chavela, y que nomás le queda el estilacho. Eso sí, siempre en un feliz convivio del poeta y el músico; ahora con una exhibición continua de bombines que me llenan el alma de envidia.

Impúdicas, se podría decir que algunas de tus aficiones y letras tienen esa característica. Se celebra por ejemplo, que estés muy al tanto de lo que pasa en el mundo del futbol, ¿a quien se le ocurre ser hincha del Atlético de Madrid?, del habla chilanga y las figuras mitológicas de la cultura urbana de México. Vamos, Cantinflas está en tu lista de favoritos, que te quites el sombrero –el envidiado bombín- cuando hablas de Mi General Lázaro Cárdenas, ¡así le digo yo también! Y que cargues en la valija a José Alfredo.

Pues con todo eso y pese a haberte desmarcado de Serrat, que gusta de comer con Jefes de Estado, vas a la comida a Los Pinoles –te regalo esa manera de referirse a la sede presidencial- ¿Y qué? ¿Te parece bien que al personaje en cuestión le gusten canciones tuyas que, has de perdonar la confianza, no son lo mejor de tu repertorio? Pero peor: ¿apoco no te diste cuenta que ir a ese protocolo de comida fue desdecirte? No es lógico, después de haber compartido la crema de elote, las dobladas de mole, la capirotada y el herradura reposado –seguro algo así fue y Gómez Mont comió doble- decir: “mantenemos las diferencias”. ¡Por favor!

Sabina, ¿qué tuviste que tomarte antes de ir a ese sitio? ¿un Paternina? Seguro que una pastilla para no soñar.

2 comentarios :: Sabina en Los Pinos

  1. Gracias por el comentario, hasta me parece más decente de lo que se merece el hecho de ir a comer a los pinoles.
    A mí me da mucha rabia esta forma de ser tan poco consistente entre lo que parece que piensa el buen Joaquín y lo que hace al haber aceptado esa invitación.

  2. Destila decencia tu carta, Ignacio... una decencia que Sabina no supo tomar de la cintura... como a la ingente cantidad de mujeres -que él jura- no se le han resistido jamás. Decencia resultó para el juglar, una dama difícil de conquistar.