El gusto (1)




Hace pocos años, en una clase de posgrado en Filosofía y Letras, la profesora, una catedrática brillante que en algunas sesiones relucía más por un par de tequilas, dijo algo así como “estoy convencida de que con los años, las personas le van encontrando el gusto a los sabores amargos. Ejemplo, los quesos y las bebidas”. Y luego discurrió con mayores detalles sobre los quesos y cómo consumirlos, aquí venía a cuento el famoso maridaje de alimentos y bebidas, que concluía desde luego con su convicción acerca del poderío singular del tequila como digestivo.

Ya no recuerdo mucho los textos vistos en esa clase ni en qué consistió el trabajo final, pero la mentada frase me sonó como verdad absoluta, pues mi paladar vivía ese recorrido. Además yo estaba pasando apenas de los cuarentas y creía por tanto que cuadraba perfecto con aquello de “con los años”. De mucho tiempo atrás había dejado de utilizar azúcar, prefería el chocolate amargo y ya había adquirido el rango, confirmado por amigos especialistas en el asunto, de experto en la preparación de martinis secos. Estaba clarísimo además, que un buen digestivo es esencialmente seco –miren qué sinónimo tan particular para referirse también a lo amargo- y capaz, según afirma un connotado periodista de cultura, de limpiar todos los pecados.

Por aquel tiempo estaba en el proceso de definir qué obra de Ibsen producir, pues se acercaba el centenario del autor y más allá de la efeméride, se trata de un dramaturgia de ligas mayores que debe ser conocida y visitada. Durante la revisión del repertorio, me encontré de nuevo con Hedda Gabler, digo de nuevo porque se trata de un texto que suele ser estudiado en las escuelas de teatro. La relectura me deslumbró: la situación, los personajes, la historia, todo era una combinación perfecta. Sin embargo todo eso que ya estaba presente en el primer encuentro, no había sido descubierto.

Como ocurre con los quesos y los licores, la tonalidad seca y un poco amarga de la obra pudo ser paladeada años después. Por fortuna la escenificación quedó bastante bien y fue muy exitosa, aperitivo ideal para una buena cena y unos buenos tragos.

Esto de la depuración del gusto, de su síntesis, tiene en verdad muchos vericuetos.

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