Teatro y futbol, acercamientos a la cancha





Me permito exponer tres breves reflexiones sobre la vinculación cercana y recóndita entre ese deporte y el arte teatral. La primera y más importante de ellas tiene que ver con la imagen de un espectador educado, conocedor de las reglas y estrategias del juego al cual está asistiendo y exigente con el mismo, con la capacidad de analizar y comentar las ventajas de tal o cual alineación y de exigir a voz en cuello un cambio de jugador. Bertolt Brecht, que algo sabía de la capacidad del teatro como herramienta de conocimiento, señalaba como imagen ideal de un grupo de espectadores que conocen, una tribuna en un estadio de futbol.

La segunda tiene que ver con la idea de integrar elementos con una misma lógica y armar así un proyecto total que sea logrado y eficaz, desarrollar un lenguaje. Por ello el camino de una puesta en escena digna de recordar es similar al desempeño en el terreno de un equipo que llega a semifinales, que “avanza a la siguiente ronda”, cada jugador, cada actor, se responsabiliza del momento que le corresponde.

En alguna ocasión, cuando dirigía al equipo Necaxa, el entrenador Manuel Lapuente describía de la siguiente manera el procedimiento para conformar un equipo ganador: Delinear un sistema de juego moderno y operativo, buscar a los jugadores idóneos para ello y exigirles el máximo posible, el extra. De hecho Lapuente lo consiguió e hizo campeón a su equipo dos años seguidos jugando de manera óptima de acuerdo a las características del futbol mexicano.

La tercera tiene que ver con la manera de integrar teatralidad y pasión. Uno de los más importantes directores actuales de escena del universo de habla hispana, el argentino Ricardo Bartís, señala que mucho de lo que sabe de teatro lo sabe gracias al futbol, por ejemplo que el espacio delimita el tipo de juego. La niebla, la lluvia y el sol de mediodía afectan también el tratamiento de las distancias entre los jugadores. Y qué decir del tiempo, hay partidos o escenificaciones aburridísimos que uno desearía acabaran pronto, en cambio hay minutos de juego que se hacen imborrables en la memoria. Por desgracia, en el teatro aún no hemos podido incorporar el recurso de la tarjeta roja.

En un estadio de la primera división mexicana es posible constatar el modo casi literal con el que la tribuna dialoga con la cancha. Se trata del estadio de la Universidad, casa de los pumas, donde si uno se coloca en el sector de la porra “Plus”, podrá recibir instrucciones de frases o versos a decir de manera conjunta, se trata de textos precisos que se dicen también con cierta entonación, muchas veces de veinticuatro sílabas o más. Desde luego se aderezan con una enorme variedad de palabras soeces y son profundamente devastadoras para el equipo rival. En un partido contras las "chivas" del Guadalajara puede oirse al unísono, con cientos de voces:

Guadalajara,
tierra de mariachis y canciones
Donde las mujeres son putas
Y los hombres maricones

He escuchado muchas otras definiciones de lo que es el futbol como deporte, como mística frente a las adversidades de la vida, hasta como poética, pero me parece que esos tres axiomas resumen, en su simpleza, un ideal que a todo director de escena, por ejemplo, le gustaría aplicar a sus montajes. Se dirá que esos tres principios se podrían usar en cualquier actividad humana, lo cual podrá ser cierto en parte, pero uno podrá jalar para su molino referentes como el trabajo colectivo, el compromiso de hacer las cosas de “verdad”, concentrados y, sobre todo, “jugar bonito”.

Porque en general de eso se trata, un buen partido de futbol es como una obra de teatro inolvidable. Un buen equipo no sólo se desempeña bien en la cancha, se observa y se corrige tácticamente. Recuerdo el partido Brasil contra Holanda del mundial de 1974. Los jugadores anaranjados no sólo corrían sin cansancio, sino que de tanto en tanto -Cruyff sobre todo- se detenían en el campo, hacían señales de los espacios por atender, las miradas eran suficientes para comprenderse, para correr divertidos y ocupar todo el terreno, borrando a los entonces campeones. En el futbol, como en la vida, no siempre ganan los buenos y Holanda perdió la final contra Alemania.

Desde luego que años después las leyes de mercado y la exigencia atlética han condicionado la visión del juego, generando no sólo sueldos estratosféricos, sino la necesidad de imponer el resultado, así sea magro, al mismo hecho de jugar; Ronaldinho gana, por ejemplo, diez mil euros por hora, no de juego sino de vida, o sea nomás por respirar. La representatividad de un seleccionado, del futbol de un país se mide por el poderío económico y deportivo de los clubes de los cuales se alimenta. De allí que lo realmente importante no sean los mundiales sino los torneos locales y las justas intercontinentales.

De esos torneos locales, resulta un verdadero espectáculo mirar un encuentro de futbol italiano, complejo atlética y conceptualmente. Fortaleza absoluta y condiciones técnicas notables. Procuro no pensar en ello cuando me junto para jugar los domingos por la mañana con los amigos, pero es de notar cómo en esos partidos del “calccio” el balón casi no sale de la cancha; un defensor no destruye el avance del contrario, sino retoma el balón para construir el suyo propio. Como nada se regala, es una liga en la que no abundan los goles, pero aún los empates o los marcadores muy apretados resultan muy entretenidos.

Acercarse al futbol desde la perspectiva del teatro digamos no comercial no es muy frecuente, y precisamente una de las propuestas de este primer texto es evadir el lugar común que impide la aproximación de una actividad con otra. Ese deporte no es cosa de “nacos” - o no solamente al menos- por un lado. Y por el otro en muchas reuniones de personas dedicadas al teatro, dentro y fuera del país, después de las reflexiones y actualidades noticiosas de rigor surgen los comentarios tipo “Qué mal andan los pumas”, “Hoy ganó el Colo Colo” o “Valdano le volvió a ganar al Real Madrid”.

Como salta a la vista, el pudor no va ni con el teatro ni con el futbol.

1 comentarios :: Teatro y futbol, acercamientos a la cancha

  1. Estimado Nacho:
    Primera vez que leo una comparación entre teatro y futbol, dado que hace rato que está de moda entre los intelectuales entrarle a este deporte desde la literatura.
    Esto me ha parecido muy afortunado y más por un aspecto: la faceta de actores de quienes intervienen en la cancha, incluyendo al árbitro.
    tengo la impresión de que, además del sistema de juego y el desempeño de cada jugador, una buena parte de lo que vemos es una dramatización de algo que debe estar sucediendo durante la interacción.
    Me divierte sobremanera mirar los partidos como una puesta en escena, a veces mediocre, otras extravagante y unas pocas ocasiones inolvidable.
    ¿Cómo dejar de lado el histrionismo de un Cuauhtémoc Blanco, cuyos gestos, clavados, reclamos, encantan a la tribuna, buscan amedrentar al árbitro y, también, defenderse de los hachazos del adversario?
    ¿Qué tal Hugo Sánchez o ese árbitro que desea parecerse a Lugosi y, por supuesto, le dicen "Chiquidrácula"?
    Igual los engaños al árbitro y a la tribuna.
    No sé si esto sea reciente. Durante mi niñez no alcanzaba a ver eso, sólo un repertorio de gestos bastante pobre, incluso al festejar un gol.
    Ahora, los jugadores ensayan, imagino que durante horas, sus rutinas de festejo.
    Bueno, en todo caso, si algún juego no da para mucho, cualquiera puede ver hacia otro lado o imaginarse una obra de teatro mal ensayada.
    Un abrazo