Ataque de clones
Si uno pasea por los alrededores de la llamada “plaza de la computación” en el centro de la ciudad de México, puede ser abordado por vendedores que, con un catálogo en mano, ofrecen diversos programas informáticos, películas, series de televisión y más. Los precios son muy baratos, se trata en realidad de copias, no piratas, sino clones. De hecho el vendedor puede darse por ofendido si uno pregunta si se trata de lo primero.
En lugares así puede encontrarse una película de estreno que bien puede: haber sido grabada en una exhibición, lo cual significa que pueden verse las cabezas de los espectadores, una mano tomando palomitas o estar doblada, en ese caso se trata de una copia “pirata”. Pero también puede tratarse de una con todos los menús correspondientes, con perfecta calidad en imagen y audio y con la advertencia de que el FBI aplicará una multa millonaria y llevará a la cárcel a quien se atreva a realizar una copia ilegal. Esto, que a todas luces es también un acto digno del pirata Morgan, le llaman un “clon”.
El asunto tiene su complejidad, pues la igualdad de un bit a otro garantiza la calidad del “producto”. En el legendario mercado del “Chopo” vendían hace años cassettes con grabaciones de conciertos de grupos que eran la copia de la copia de la copia, con lo cual el sonido era horroroso. En cambio, se podía “grabar” en esos mismos materiales diversos elepés, música de la radio, hacer hacer cada quien sus propias antologías que ahora el ipod logra en segundos.
Uno sigue caminando por el centro de la ciudad y se encuentra con un vendedor clandestino que ofrece en la acera bolsas de piel Louis Vuitton, a muy buen precio. Él explica, se trata de bolsas “clones”, es decir igualitas pero más baratas.
¿Llegarán los clones a la alimentación exquisita? ¿Se podrá pedir un clon de rodaja de robalo a la mantequilla, una copa de un gran Ribera del Duero?
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