El barrio de uno


Mi vida ha transcurrido en el mismo lugar, la colonia Educación, al sur de la Ciudad de México, un barrio agradable donde la generosidad de mis vecinos de la tercera edad, que me hablan como si tuviera nueve años, me hace sentir una especie de juventud extraña; sensación que desaparece cuando veo a sus hijos y me veo en su mirada, allí los años no tienen pierde.

La colonia, el barrio, se hizo a mediados de siglo XX, en el México posible que daba terrenos a los profesores de la Secretaría de Eduación Pública, de allí su nombre, y, en la colonia vecina, el centinela, a los trabajadores de Bellas Artes.

Tiene algunas particularidades, por ejemplo, debido quizá a que en algunos tramos las banquetas son reducidas, todo mundo tiene la costumbre de caminar por donde van los coches y de ofenderse si algún automovilista les reclama. También cuenta con vecinos de gustos cromáticos radicales, cada cierto número de casas es posible encontrarse con fachadas color naranja vagón del metro, verde eléctrico o amarillo yema de huevo; sin embargo esa estridencia es bien contenida por lo armónico de sus dos avenidas principales, pletóricas de jacarandas.

Otra faceta es el exotismo comercial, aparecen y desaparecen negocios de giros muy particulares: una pozolería, lubricantes para autos deportivos, cualquier cantidad de peluquerías. Ahora, hay un servicio de lavado de coches con internet y un puesto de hamburguesas que ofrece la verificación y otros servicios de automóvil.

Esa calle de la foto era el universo mismo, en el filo de su acera se jugaba con unos pequeños autos de plástico rellenos de plastilina y era la cancha polifuncional de todo tipo de deportes. Había dos tipos de vecinos: los que regresaban o no los balones que, a veces, terminaban en sus cocheras, entre vidrios rotos.

Por eso sonrío con estocisimo cuando, al momento de tirar la basura, algún vecino mayor me saluda diciendo mi nombre en diminutivo.

1 comentarios :: El barrio de uno

  1. Nachito:

    Qué placentero vivir en las colonias que sobreviven a los "nuevos departamentos con acabados de lujo" y a los centros comerciales en cada esquina; que conservan el sabor de barrio y a sus viejos. Las raíces de las personas están justo donde algún viejo sabio le ha visto crecer.
    Qué bálsamo para el espíritu. ¡Suertudo!