La oreja de LE GOM


Desde hace unos diez años, LEGOM ha sido una presencia continua en distintas carteleras mexicanas, una obra suya, Las chicas del tres y medio floppie, tuvo mucha resonancia y reconocimiento en un Festival de Teatro tan importante como el de Edimburgo.

Pero este es un caso especial, la selfie estilo Van Gogh que da imagen a la producción de la UNAM que se presenta en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, sugiere bien la impudicia con la que el autor convierte sus periplos familiares y sanitarios en el elemento básico de la obra, entreverados con su mala leche, humor ácido y desprecio desmedido y disfrutable por sus congéneres.

El poderío de este texto consiste justo en permitir ver capas más profundas como la soledad, el abandono, la traición, la baja autoestima, que se van mostrando durante el desarrollo del espectáculo, que forma parte por cierto de un ciclo dedicado a autores nacionales.

Con ese material, el director Martín Acosta elabora un aparato escénico impactante y eficaz con el alcance que debe tener para la UNAM una producción que se exhiba en ese teatro: un cubo gigantesco lleno de triques reconocibles para cualquier ejemplar de la clase media –vocho incluído- que gira en diferentes momentos.

Como director de escena y como espectador disfruto mucho el trabajo de los actores cuando logran verificar en su trabajo tres aspectos que considero claves: progresión, justificación y espontaneidad; son la base para el ejercicio de su libertad creativa. Es el caso de los tres integrantes del elenco, Diana Fidelia, Flavio Medina y Harif Ovalle, que bien conducidos, logran sostener sobre sus hombros los 80 minutos aproximados de duración.

Pero mayor celebración es, me parece, que se trate de una obra que mira por arriba de la fila de macetas del teatro endogámico que se hace para gente de teatro y por el contrario se dirija ampliamente a otros espectadores ciudadanos, inteligentes, sensibles, pendientes de la oferta universitaria. Para ellos tendrán sentido los devenires de este Van Gogh xalapeño, capaz seguramente de cortarse la oreja a la menor provocación para convertirla en un objeto literario dramatúrgico.

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