Carta a Julianne




Señora Julianne Moore:

Me dirijo a usted para expresarle algunas opiniones personales y por ello conviene antes hacer algunas aclaraciones. Primero la del idioma, le escribo en castellano por comodidad y porque hacerlo en inglés me haría sentir un poco inseguro, sentimiento que usted por lo que se alcanza ver no conoce. La única desventaja es que así le tengo que hablar de usted, ni modo. La otra aclaración es que éste es un blog, o sea un espacio público. Pero despreocúpese, además de quien esto le escribe, es posible que sólo dos o tres cibernautas despistados se enteren de este saludo tan personal.

Su carrera como actriz de cine se ha cruzado con la mía de espectador en muchos momentos, desde aquellas en que usted aparece como profesionista o ama de casa de “suburbios” y que llegan a ser notables, como Short cuts, de Altman, hasta otras más recientes donde usted ya aparece como estelar, tipo Boggie Nights o Far from Heaven.

Aunque también hay desde luego trabajos más alternativos, como el legendario texto de Samuel Beckett, Not I, dirigido por Neil Jordan. En esa obra la protagonista se llama Boca y literalmente es una boca que escupe palabras, así es que usted da cuerpo, con su boca, dientes, lengua y saliva, a esa peculiar entidad.

Pero esta pequeña carta es nomás para reconocer su capacidad para saltar sin red. Me refiero a esa buena película que se llama Magnolia, donde usted interpreta a una mujer cuyo anciano y millonario esposo está a punto de morir y por tanto de dejarle millones y millones de dolarucos. Es una historia que conjuga a varios personajes en situaciones complicadas e intensas y en donde hay una escena que me encanta: casi al final y sin que venga a cuento, esos protagonistas, desde sus circunstancias diversas, ¡cantan! una canción de Aimee Mann que se llama Wise up.

Pues bien, hace poco vi una larga entrevista a P.T. Anderson, director y guionista, y en algún momento lo abordaban en específico acerca de esa escena, él confesaba la dificultad enorme que tuvo, pues los actores no querían cantarla, les parecía que era absurdo que en los momentos devastadores que vivían, pudieran ponerse a cantar una balada pop; dijeron que no. Sin embargo la escena se logró, y sólo fue posible porque según narra Paul Thomas, alguien dijo “pues yo sí la canto”. Desde luego se trataba de usted y después de usted, todos dijeron "ni modo que yo no" y la cantaron, justificándolo de acuerdo a la situación de cada uno. La escena es espléndida y sintetiza todo el espíritu de esa cinta.

Es como tener claro que a veces hay que dar pasos que no se sabe a dónde van, aunque en apariencia los suyos siempre se dan bien.

Para llevarle la contra a otra canción, ahora de Compay Segundo, a veces hay que dejar el camino para tomar la vereda.

4 comentarios :: Carta a Julianne

  1. Maestro le felicito!!
    Hacer un blog no es tan sencillo como parece.
    Esa carta a Julianne me hace pensar en esa cosa que a uno le dicen muuuuchas veces en la carrera y que luego uno sin querer -y a lo mejor sin haberlo entendido del todo- ya se la està repitiendo a los alumnitos: el riesgo. Contrario alo que muchos y malvados maestros de actuaciòn piensan, ponerse en riesgo no es desagrrarse las venas y el corazón o romperse un hueso por aventarse a hacer acrobacias, si no simplemente eso que dice usted en su texto: "porque lo creo, lo hago"

  2. MI QUERIDÍSIMO IGNACIO, ESTE BLOG ESTÁ INCREÍBLE. OYE...TE (LO) EXTRAÑO. JULIANNE ME HIZO VOLAR EN "LAS HORAS"... Y ME HACE VOLAR QUE ME RECUERDES QUE LA RECUERDO...LO QUE LE AGREGARÍA A LA CARTA TE LO DIRÉ PRÓXIMAMENTE.

  3. MAGNOLIA...LA HE VISTO POR LO MENOS MIL QUINIENTAS VECES...SIEMPRE ME TOCA.

  4. La importancia está en lo que ella significa, ese bello rostro, cuerpo, cabello, saliva, boca...dirigidos a inferir el sentido de los sueños. La posibilidad del encuentro trascendental con el otro, con uno mismo. Como saltar sin red a la pasión irreprochable que nos regala un ser que se desdobla, se multiplica, se constriñe. Uno, único, con la posibilidad infinita de ser todos. El delirio sin retorno, la seducción a manos de éstos seres innasibles, inconstantes, voluptusos, pero siempre fascinantes.