Lo particular del colectivo


Luego de haber estado a cargo casi cinco años de la coordinación nacional de teatro del INBA, me encontraba como el personaje del Misántropo de Moliere, Alceste, atrapado entre decir la verdad de lo que realmente pensaba y la necesidad de ser políticamente correcto, en mi caso con autoridades superiores, sindicatos y miembros de la comunidad teatral. Renunciar significó dejar un buen ingreso fijo y volver a las actividades de docencia y creación escénica, cuyo ritmo disminuyó durante un buen tiempo y de paso recuperar mi salud personal.

Menciono lo anterior porque entre las varias cosas que debo agradecer al haber tenido ese cargo, está el haber recorrido y conocido prácticamente todo el país siguiendo distintas modalidades de presentaciones teatrales y el universo de convivencia social que alrededor de ellas se desarrolla, comidas y bebidas, por ejemplo. Hay casos en los que no recuerdo nada de la obra que fui a ver y en cambio tengo aún el sabor vivo de platillos y bebidas que degusté y de los amigos con quienes los compartí.

En algún momento hice un cálculo de la cantidad de espectáculos que veía en aquel entonces al año, más o menos ciento cincuenta, cantidad que ahora me parece un acto mayor de masoquismo.

Esta cuestión de los números que abruman también puede aplicarse a la ciudad en la donde vivo, donde hay una oferta teatral desbordante y cuatro escuelas superiores de la especialidad. Los teatros públicos no se dan abasto y, salvo la Universidad Nacional, han renunciado a la idea de la curaduría o dirección artística y han optado por recurrir al recurso de las convocatorias para resolver la programación de esos espacios.

Eso explica en parte el surgimiento y consolidación de espacios independientes, que forman un pulmón de alternativa y diversidad muy refrescante, aunque complicada para sostener.

En este contexto, me planteaba la mejor manera de encauzar una iniciativa que tenía que ver con el tipo de teatro que quería hacer, pero también con el perfil de los integrantes y la manera de trabajar, la inercia habitual de ensayar meses y meses para hacer temporadas de doce funciones y luego desaparecer del mapa no me interesaba para nada, tampoco las tendencias endogámicas en la creación, consistentes en hacer obras de teatro para teatreros, donde pareciera que el mérito estético es que no se entienda absolutamente nada, para ser celebrados solamente por la sociedad de pares.

Así pues, convoqué a un grupo de actores profesionales egresados de dos de las escuelas más importantes, la ENAT y el CUT, varios de ellos habían sido mis alumnos o bien ya habíamos trabajado juntos, también a diseñadores escénicos, gráficos, músicos y productores y los invité a participar en un proyecto de trabajo con el nombre de Colectivo Escénico El Arce, árbol de buena sombra, de madera resistente y dinámica. Ello se celebró en una reunión en el teatro de Santa Catarina, en Coyoacán, y suscribimos el siguiente decálogo:

1. Hagamos un colectivo, una suma de individuos creativos y pensantes, profesionistas que tienen distintos compromisos pero que abren espacio en su agenda a proyectos nuevos.

2. Este es un proyecto nuevo.

3. Juntémonos para hacer un arte escénico donde florezca la creatividad, el compromiso, la disciplina, el rigor, la indagación y el buen humor.

4. Que se haga reconociendo las búsquedas, necesidades y compromisos de cada quien.

5. Apostemos por espectáculos dinámicos, que cuenten historias reconocibles y provoquen pasajes emocionales en los espectadores.

6. Cambiemos señales de pasividad en la exhibición de las obras de teatro, hacer filas en instituciones para lograr exhibir el trabajo unas cuantas veces.

7. Acerquémonos a otros modelos de exhibición de artes escénicas en esta maravillosa ciudad, donde en un fin de semana puede encontrarse una oferta mayor a un centenar de espectáculos.

8. Promovamos así producciones que se puedan mover con facilidad, incluso con la posibilidad de tener versiones distintas del mismo espectáculo.

9. Inventemos escenificaciones prodigiosas y entretenidas, pero también maneras de producirlas, circularlas y disfrutarlas.

10. Por todo lo anterior yo miro, a mediano plazo, la necesidad de contar con un espacio propio de trabajo, casa de todos.

Como si hubieran sido las actas de independencia de la nación, firmamos protocolariamente el documento y luego nos fuimos a brindar.

Luego llegó el momento de articular el primer ciclo, no una obra sino tres, con el mismo elenco base, en una sala independiente de la Ciudad, el Foro Círculo Teatral, ubicado en la colonia Condesa, un barrio caracterizado por la abundancia de restaurantes y bares que lo pueblan.

Ese espacio es dirigido por dos actores, Víctor Carpinteiro y Alberto Estrella, éste último goza de un gran reconocimiento también en el medio del cine y la televisión. Ambos fueron sensibles a las propuesta y se articuló una estancia de dos meses, entre el 6 de mayo y el 11 de julio del presente con un total de 35 funciones. La producción y los gastos del teatro fueron cubiertos con fondos propios, lo cual es una manera elegante de referirse a mis ahorros personales. Se ofertaron así tres espectáculos, dos reestrenos y un estreno:

Tutoriales, de Verónica Maldonado. Es una comedia en la que seis jóvenes se preguntan: ¿qué tanto nos alimentamos de nuestros profesores?, ellos quieren sobrellevar mejor su soledad y aislamiento, mientras buscan apoyo, a través de la red, en actividades sociales que les permitan ser mejor aceptados y queridos. La muerte de su emblemático profesor del bachillerato los ha reunido a todos.

Este espectáculo se armó con una serie de improvisaciones en las que los actores proponían a personajes típicos de la clase media de la ciudad de México, mostrando cómo era su comportamiento en soledad y cómo buscaban desesperadamente compañía. Luego de una primera muestra de trabajo, se incorporó Verónica Maldonado, quien tomando en cuenta lo mostrado hizo un texto dramático y luego ella misma se integró como actriz.

El camino de Sinsol, de Fátima Paola e Ignacio Escárcega Este espectáculo, casi un unipersonal, trata de dos hermanas que se recrean a la distancia y de esa manera logran acercarse, a través de sus juegos, complicidades, temores y secretos. Un reencuentro muy fuerte, en medio de mucho dolor, se aproxima para ellas.

El pretexto narrativo para hablar de esas dos hermanas, fue el cuento El mago de Oz, de Frank Baum, reto fuerte para la actriz, Fátima Paola, una creadora osada, capaz de aventarse de cualquier trampolín con gran destreza física, vocal y emocional, la palabra con la que habita es intensidad. No se requiere menos para abordar un asunto tan complicado como el abuso a menores.

Finea en el Papaloapan, versión libre de Camila Villegas a La dama boba, de Lope de Vega. Entre música de guitarras y jaranas, dos hermanas muy especiales, una erudita, Nise, y la otra un poco boba, Finea, disputan por el amor de un hombre letrado y con muchas necesidades económicas.

El texto del galán Laurencio en que define el amor al comienzo del segundo acto, me ha rondado siempre la cabeza y la emotividad, durante mucho tiempo especulé sobre cómo lograr un acercamiento escénico a esa obra tan famosa de Lope de Vega, que este año por cierto cumple 400 de haber sido estrenada.

El resultado es la exploración íntima del verso barroco, que a través de la dramaturgia de Camila Villegas relacionamos con el universo jarocho, la zona de Veracruz en el Golfo de México, a la orilla del Río Papaloapan, el cine cómico mexicano de los sesentas y la estética de los conciertos Unplugged de MTV. Suena bastante extravagante la combinación de ingredientes para la licuadora, pero todo ello lo anima y permite la inspiración barroca.

Es importante mencionar que los tres trabajos tienen en común el haber tenido una etapa de indagación y exploración escénica previas al montaje. En el caso de Finea, esa búsqueda tuvo una atención especial al componente musical, pues hubo que ensamblar las siete canciones compuestas para la obra, sones y huapangos, por el actor y músico Marcial Salinas.

Las tres obras que integran hasta este momento el repertorio del colectivo son una inversión que apuesta por recuperar y generar ganancia en lo que resta de este año y los siguientes. Contamos también con un sitio web, en el que damos información básica del colectivo, respecto a su propuesta artística, integrantes y obras en repertorio: elarce.org, así como en redes sociales, Facebook, twitter y Youtube.

Estamos ya en la preparación de un segundo ciclo para 2014, integrado por una obra del dramaturgo irlandés Brian Friel, El juego de Yalta, autor de quien ya dirigí para la Universidad Nacional el año pasado un espectáculo llamado Afterplay, secuelas chejovianas, y un trabajo anclado en exploración de movimiento de mi autoría, que se llamará Muebles en la cabeza.

Queremos, pues que el árbol se vaya dando bien, que resista y que de buena sombra, pero sobre todo que florezca.






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