Amores de pantalla chica
La grandes figuras del cine nos han seducido de tantas maneras, consumamos actos de idolatría que van más allá de la calidad de la película y llegan a una especie de contemplación mítica. Digamos Anne Hathaway. Por ejemplo, tras una reflexión profunda y asumiendo mi condición de “fan” metafísico, prendado de sus ojazos, boca grande y talento, estoy dispuesto a perdonarle películas como One Day; es más, a otorgarle una disculpa anticipada por salir de Gatúbela en Batman.
Ahora bien, no nos hagamos de la boca chica, asumida la erradicación de la nostalgia que se tiene al alcance de la mano con You Tube, puede uno darse a la tarea de buscar amoríos virtuales del pasado en territorios de la “otra”, en tiempos llamada también “caja idiota”. Vayamos a fondo, pues tampoco se trata de hablar de series producidas en otros países, ¡qué fácil decir: estuve enamorado de Barbara Eden en Mi bella genio, de Jaclyn Smith en Los Ángeles de Charlie!, o de John Hamm en Madmen, sino con toda impunidad, de programas hechos en México. O sea, para echarle más limón a la herida, haber mirado en algún momento la señal abierta del canal de las estrellas o equivalentes.
Mencionaré dos que este momento abandonan el closet de los inconfesables. La primera no resiste el paso del tiempo, acabo de ver un videoclip y no puedo más que dar la razón a quienes me decían, “¿qué le ves?”, sin embargo en aquel tiempo me encantaba y la imaginaba casi casi mi novia, Laura Flores.
La segunda es relativamente más reciente y me llamó la atención su buena pinta para hacer escenas muy ridículas con cierta gracia, su belleza modélica de la Colonia del Valle y sobre todo su voz ronca. Qué pena, pero francamente se trataba de Lucero en un culebrón de nombre categórico: Los parientes pobres. A lo que llega uno, en algún momento la busqué sin éxito para que develara la placa de una obra de teatro que dirigí.
En espacios distantes, mientras desarrollo mi trabajo del tingo al tango, la veo aún en portadas de revistas frívolas, saludando y deseándome suerte con su voz rasposa.
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Dios mío...
Todavía me acuerdo casi textualmente de tu frase en una de nuestras primeras clases "A mí me gusta mucho Lucerito -todavía le decías así- pero todos tenemos nuestro parámetro de alienación".
A pesar de eso, aprendí a respetarte. jaja.
Yo tampoco me hago de la boca chiquita. Vi Quinceañera y otras bobadas.
El video de Laura Flores sí es infame.
Un abrazo.
Andrea Salmerón Sanginés
18 de julio de 2012, 17:57