La dificultad y la belleza
Ingmar Bergman, intenso como era, suponía en una película que se llama Después del ensayo, que un director y sus actrices, después de batallar con una obra de Strindberg, se quedaban en el teatro a discutir sobre lo que el texto removía en sus propias vidas, como si ellos fueran a su vez personajes. El espacio de debate y acuerdos artísticos se convertía en una suerte de confesionario íntimo donde desaparecía la autoridad y emergían las personas.
Ensayar una obra en la ciudad de México es desde luego menos escandinavo y la emoción aparece desde el momento en que hay que trasladarse entre puntos disímbolos para llegar a tiempo, sobrevivir a los micro tsunamis, o bien al hacer labor de rompecabezas para organizar los horarios con actores que suelen comprometerse en más de dos proyectos al mismo tiempo.
Pero una vez que se deja atrás eso y el ensayo ocurre, se consigue llegar a un espacio de complicidades creativas que hacen que uno respire diferente, provocando afinidades y un léxico común, donde se confronta el saber hacer del actor en la opinión, la crítica y el acuerdo de los demás. Pocos gustos como compartir, una vez que termina, un cigarrito o una bebida.
Entiendo todo esto en carne propia porque llevo ya un mes en ensayos, primero de una obra francesa que se hizo como lectura dramatizada en el Granero, y luego de otra que se presentará a partir de octubre en la Gruta. En la primera, conseguimos en seis ensayos establecer una estrategia para desentrañar un texto críptico y complicado; la palabra emergió de un modo muy sabroso de la humanidad de esos actores. En la segunda estamos hablando, con un equipo de Clowns miserables, de la devastación social del país, bordando con el ingenio nacional de burlarse de las desgracias propias.
Por ello, lo más fascinante del ejercicio profesional del teatro ocurre en realidad durante los ensayos, ante el público ya es un proceso de exhibición artística y sigue otro camino. Acabo de leer una novela sensacional de Ian McEwan, Chesil Beach, donde se describe al ensayo de la siguiente manera: “una cita con la dificultad y la belleza”. Nada más cierto.
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