Meter la cuchara



Para Patricia Rivas, experta.

Durante una buena parte de mi vida he tratado de relacionar la producción artística con el pensamiento. Lo he hecho en diversos formatos, en el salón de clases, ensayos, mesas redondas, coloquios, conferencias y con puntos de vista diferentes, desde la creación, el consumo o la docencia. He participado y organizado mucho de ello.

Todo muy académico y estructurado.

Sin embargo, cuando de verdad uno procesa la experiencia artística y cultural a fondo es cuando se encuentra en una intimidad socializadora, y eso ocurre francamente bien alrededor de una mesa, pero no de estudio sino de alimentación. Por ejemplo en una sobremesa o en la preparación misma de alimentos y bebidas. O sea en el hecho físico de estar "gustando" de algo.

Reconozco la pertinencia de alguna entrada o aperitivo para aderezar una charla que inicia, en qué momento puede entrar a la cancha un queso fuerte y cómo se puede disponer uno a entender que un sabor amargo puede también ser dulce. Cómo se hace identidad entre el individuo y lo que come y bebe, cual le ocurre al personaje de Giamatti en Sideways, cuando describe la uva pinot noir se está definiendo a sí mismo.

De igual manera se comienzan a bordar conversaciones que poco a poco van entrando a profundidad, en las cuales uno mete la mano, o la cuchara, en las opiniones del vecino para consultar o hacer un comentario. Para meter bien la cuchara se requiere ser preciso y oportuno para arrebatar el bocado de una idea.

Reconozco mi incapacidad para cocinar platillos interesantes, pero aplaudo y celebro cuando alguno llega a la mesa y aunque me corroe la envidia de no poder preparar semejantes suculencias, compenso con el juego de identificar sabores o aportar alguna idea sobre la vida y las cosas que uno hace en ella, por ejemplo sentarse en la mesa y compartir.

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