Tributo a José Alfredo



Hace unos quince años, coordiné en la Carrera de Teatro de Filosofía y Letras de la UNAM, un taller de biomecánica que tenía como objeto de estudio un auto sacramental de Calderón de la Barca que debería ponerse en escena, Los encantos de la culpa, basada en el capítulo décimo de La Odisea, los periplos de Ulises en la isla de la hechicera Circe.

Fue un proceso de trabajo muy rico y el montaje tuvo un vida muy curiosa, un ejemplo de ello ocurrió en el Festival del Siglo de Oro en el Chamizal, La Penitencia aparecía semidesnuda en un breve momento de la obra, cosa que percibieron las autoridades del teatro durante el ensayo, así que un batallón de oficiales uniformados del parque nacional se aparecieron en el camerino para decirnos que no se podría mostrar el torso de la actriz. Después de discutir el asunto, y quizá con un ánimo vengativo por la pérdida de medio territorio en el siglo XIX, la escena se hizo tal cual; el grupo jamás volvió a ser invitado.

Volviendo al texto, una vez que se le quita la cobertura barroca de alegorías tales como la culpa, el entendimiento, de la penitencia, encuentra uno la fascinante historia de la hechicera hechizada. Circe, la culpa, enamora a Ulises, viven una pasión intensa y luego él la abandona para continuar su viaje. Los textos finales de ella expresan la pasión con versos como: Pedazos del corazón/ me arrancaré con mis ansias/ para tirarlas al cielo…

Me parecía, me parece, que era una expresión de amor dolido semejante al que toca José Alfredo Jiménez en sus canciones rancheras, intenté abundar en ello con la actriz que hacía a La Culpa, pero por diversas razones no se pudo.

Pero me quedó la asignatura pendiente y resulta que ahora, en la clase de análisis que doy en la Escuela de Teatro de Bellas Artes, comparto con los estudiantes esa reflexión al momento de estudiar textos de Calderón de la Barca. Varios intentaron acoplar un monólogo de Segismundo con música de José Alfredo. Un caso en particular me entusiasmó, Edith Wence, estudiante de segundo año, pudo integrar como una sola cosa el texto barroco con la canción Un mundo raro.

A veces las cosas se logran, aunque tarden un poco, podrían decir Calderón y José Alfredo, dados a la tarea de acoplar, con un tequila entre pecho y espalda, la música de Te solté la rienda con un monólogo de La dama duende.

1 comentarios :: Tributo a José Alfredo

  1. ¿Sabe que es lo mejor del caso? que en Medea canto "Voy" y "Encadenados", entrmezclados econ el texto y en Fuente Ovejuna, "La muerte de un gallero" se canta en los dos momentos más tremebundos de la obra. ¿Será que usté marcó mi poética?. Besitos siempre.