Papeles del profesional
A los especialistas del "va, va, va", Luis Eduardo Yee, Fernando Sánchez Cervantes e Isael Almanza
Tres actores, uno de la Facultad otro del CUT y otro de la ENAT están en un casting y el director les pide que únicamente abran una puerta para entrar a escena. El primero en intentarlo es el de la Facultad pero antes de "hacer" nada, toma su libro y comienza a "circunstanciarse" pero nunca la abre; le toca el turno al del CUT que estaba ejercitándose desde antes y tenía el tono muscular elevadísimo, llega frente a la puerta, hace un mortal y de una patada voladora la tira y entra a escena pero por el impulso cae del escenario; por último le toca al actor de la ENAT, calienta voz, calienta cuerpo, calienta emocionalmente y justo antes de abrir la puerta pregunta “¿Qué, no hay un técnico que la abra?”
1. PLANES DE ESTUDIO
Del amplio universo de la formación profesional en teatro, me quiero ocupar en este texto de tres momentos de la vida académica: el recorrido curricular, el egreso y la inserción en el campo profesional, a partir de tres sujetos claves: el plan de estudios, los docentes y los estudiantes.
De unos años a la fecha, se han venido incrementando de una manera significativa en México las Licenciaturas en Teatro, deben ser ahora cerca de veinte. Sin embargo eso no ha impactado en la profundización e investigación en la especialidad y muy poco en el campo de trabajo en las localidades; ¿cómo se hace visible artísticamente una escuela superior de teatro si no es a través del trabajo de sus egresados? La apertura de Escuelas puede obedecer al crecimiento de la oferta académica y prestigio político y social de una Universidad, más que a una visión profunda de la necesidad de formar profesionales del teatro.
Los modelos de superación académica han desplazado lo sustantivo en lo saberes escénicos para privilegiar la consolidación, en el papel, de los cuerpos docentes. Más maestros y doctores, con el resultado evidente que se constata prácticamente en todas la áreas de conocimiento, de que el grado académico no es necesariamente igual al dominio de la especialidad. Pero con ello, las universidades incrementan sus puntos para el aval de organismos acreditadores y logran una mejora fundamental en el tipo de contrato de sus docentes y en el incremento de sus presupuestos, no importa si para ello hay que sumar puntos a través de intercambios, publicaciones o estancias académicas de dudoso nivel.
No basta con abrir Escuelas de teatro, hay que responsabilizarse de su buen funcionamiento, actualización, pertinencia y diálogo artístico con los espectadores de su entorno.
Una Escuela histórica estrena plan de estudios, la Nacional de Arte Teatral, ENAT.
Lo más interesante del proceso de elaboración fueron las discusiones en torno al modelo educativo y su operación, se trató de una auténtica labor colegiada que enriqueció el quehacer académico y artístico de los que allí participamos. Luego las autoridades de la Escuela se ocuparon de acoplar todo lo elaborado a las características de los recursos humanos y materiales de la Institución.
Pero si vamos a la letra, a lo que dice el papel, el proyecto formativo está increíble, a mi y a muchos nos hubiera encantado cursarlo aunque lo más probable que no hubiésemos aprobado el proceso de selección. Justo a partir del ingreso, que en muchas escuelas es exigente, comienza a florecer una gran paradoja, la de permitir el recorrido y salida de estudiantes con un precario nivel expresivo y de actitud.
Las juntas de evaluación académica que se hacen cada semestre podrían dar material para que el fantasma de Emilio Carballido, uno de los patriarcas de la Escuela, se regodeara para hacer otra obra breve digna de la colección de DF teatro:
Profesor 1. En mi clase, este alumno ha mostrado poco desarrollo y un problema serio de actitud en el trabajo.
Profesor 2. Conmigo nunca asistió.
Profesor 1. Por otro lado debo añadir que no se presentó a un ensayo general, llega tarde y a veces con señales evidentes de una cruda tremenda.
Docente 3. En mi clase tiene un rendimiento insuficiente.
Servicios Escolares: ¿Calificación, Maestro?
Docente 1. Siete.
Desde el propio plan se tendrían que establecer mecanismos innovadores de acreditación y promoción, para que fueran colegiadas y no dependieran sólo del titular de la materia eje; de otro modo no podrá revertirse esa tendencia continua de ver en los exámenes profesionales de una carrera de teatro a más de un actor con recursos artísticos precarios, opacos, insuficientes.
La preservación activa del teatro como bien simbólico pide una mirada exigente al desarrollo del estudiante de una manera transversal, de tal modo que se superen la complacencia y la calma chicha de pensar: aquí no reprueba nadie.
2. DOCENTES
Llega un tipo con el doctor: “Estoy estreñido, no puedo obrar”... “No se preocupe, le voy a dar este laxante, que es muy bueno. Tómeselo y regrese en tres días”... A los tres días regresa el tipo. ”Ya me tomé el laxante y pues nada, sigo sin poder obrar”... “Híjole, qué extraño. Mire, le voy a dar este otro que es potentísimo. Tómeselo y venga mañana”... Al día siguiente regresa el tipo. “Doctor, ya me lo tomé y nada, sigo sin obrar”... “No puede ser. A ver, tenemos que investigar la causa. Déjeme hacerle unas preguntas. A ver, ¿a qué se dedica usted?” “Soy actor”... “¡Con razón! Por ahí hubiéramos empezado. Mire, tome este billete de cincuenta, cómprese dos tortas de jamón y va a ver cómo mañana ya va a estar obrando”...
Hay mejores maestros que antes, se hace más vida colegiada, cosa que siempre es perfectible. Atrás quedó el anecdotario de terror, como el del profesor que llevando al extremo las necesidades de desinhibición hacía que los estudiantes tuvieran contactos sexuales, aquel otro que hacía que se golpearan, o bien el que en los exámenes que se abrían al público se sentaba en la parte posterior de la pequeña sala Villaurrutia y comenzaba a tronar sonoramente los dedos cuando creía que el ritmo del joven elenco comenzaba a decaer. También el que llegaba a su clase de las cuatro de la tarde con un pequeño televisor portátil y al cabo de algunos minutos interrumpía la actividad que se estuviera desarrollando y decía a sus alumnos: “muchachos, ustedes saben que el actor debe manejar distintos lenguajes además del teatro. Y uno de los más importantes es la televisión, las telenovelas, así que como parte de la clase vamos a ver la que se está transmitiendo, en la que yo salgo, para que ustedes puedan analizar mi trabajo”.
Aunque el anecdotario sigue vivo y en marcha –basta darse una vuelta por la red- , hay mayores controles del proceso académico. Y por el contrario, mucho del éxito que se ha logrado en las Escuelas tiene que ver con una planta docente activa en el campo profesional, pues de otro modo no se puede confrontar el objeto de estudio, la ficción teatral, en el aula. Claro que hay riesgos, el no cumplimiento de la carga horaria por compromisos profesionales, por ejemplo, y el apoyo consecuente en adjuntos de irregular trayectoria y capacidades.
Varias Escuelas cumplen con la premisa contar con docentes que sean profesionales de la escena, las que no, se debe o bien al perfil de los mismos, que no son actores o directores, o a la falta de una vida escénica continua en las localidades, en cuyo caso cabría preguntarse de qué va a servir allí una Escuela superior de teatro. Además, ese perfil se convierte en los hechos en una bolsa de trabajo, varios egresados son invitados a trabajos futuros, basta abrir cualquier programa de mano de algún teatro público para comprobarlo.
3. ESTUDIANTES.
Un tipo se encuentra a otro en la calle, saca una navaja y le dice:
“Esto es un asalto, dame tu dinero...”
“No tengo dinero, soy actor... ”
“¿Ah, sí? ¿Deveras eres actor? A ver, dime, ¿en dónde estudiaste?”
“Estudié en el CUT... ”
“¿Deveras?” (Se quita la máscara) “¿Y de qué generación eres?”
Los estudiantes son la razón de ser de las Escuelas. Varios de los que terminan el recorrido de cuatro años se han responsabilizado de su proceso, aclarado dudas e inconformidades y están convencidos de su capacidad de generar actividad escénica, tanto así que lo hacen y forman grupos de trabajo que comienzan a dar la batalla de tomar posición y mostrar sus alcances artísticos y organizativos. En distintos puntos del país y a lo largo de cada año, ellos hacen los montajes más interesantes de ver en Festivales y Muestras.
Todo ello a pesar de los hábitos y estrategias tribales por las que se desenvuelven y que forman de algún modo una coraza protectora de la que a veces no se libran: pretenciosos, altaneros con outfit fachoso como razón de ser, espectadores inclementes de teatro, pero ignorantes de trayectorias y antecedentes, despreciadores del “teatro comercial”, seguidores del culto a la personalidad del profesor más que al trabajo metódico.
El recorrido académico en las Escuelas les va permitiendo apuntar especialidades aún y cuando éstas casi no existan formalmente en la currícula: dirección, producción o dramaturgia por ejemplo (en la Licenciatura en Literatura Dramática y Teatro de la UNAM existen esas salidas, pero no hay un examen de ingreso específico), esa afinidad por cierta área sí que es un indicador natural para un paso de profesionalización a través de especialidades y posgrados.
Los chistes aquí integrados muestran un fondo de ineptitud y fracaso profesional, la realidad es que eso es sólo parcialmente cierto. Muchos egresados consiguen insertarse en el trabajo profesional con una actitud profundamente renovadora y activa, conforman colectivos de calidad o se integran a existentes, son llamados por directores escénicos con trayectoria y su absoluta entrega y disposición en ensayos y montajes refrescan el proceso de trabajo.
La capacidad de riesgo y transgresión a veces tienden a olvidarse en el campo profesional, por ello es un regalo que un director pueda formular una indicación enigmática y exigente a la vez y que el joven egresado diga: “¡va, va, va!”
NOTA: Luego de una consulta científica a través del Facebook, pude recopilar esos chistes, cortesía de Martín Zapata, Luis Fernando Payán y Fernando Sánchez Cervantes.
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