Caprichos de la retina
El cineasta Julián Hernández ha ido colocando cada tanto en la red imágenes de actrices y actores que han formado su gusto, fotografías de estudio que son muy reveladoras de los rasgos de esas personas, su proyección inigualable y desde luego de la capacidad de observación, interesada, de quien se ocupa de seleccionarlas.
La galería de Hernández tiene una curaduría íntima y lleva por nombre: Los actores que construyeron mi gusto estético, insólitos rasgos los que allí muestra de Yul Brynner, Sal Mineo, Dirk Bogarde o Silvana Mangano. Lo que tienen en común es el punto de vista. ¿Qué detecta uno como observador admirador? ¿de qué se enamora?
Las imágenes son fabricadas, de algún modo antinaturales y ese es su mayor mérito, los caprichos de la retina toman a veces la vereda que marca el actor más que el camino firme del relato, su proyección seduce, sugiere, a veces hasta alivia.
En el cine Estadio o en el Bella Época pude ver hace muchos años, en pantallas aún monumentales, películas que entraron en mi vida para siempre. Más bien, en efecto, actrices y actores. Por ejemplo, Duelo al sol representa mucho más para mi que esa especie de melodrama western de King Vidor, en realidad lo que puedo ver si giro un poco la cabeza son el rostro y los hombros de Jennifer Jones y la mirada de Gregory Peck; o la escena en la cabina fotográfica de Stefania Sandrelli en Nos amábamos tanto, tres instantáneas de su rostro para expresar el debate amoroso de su personaje; la mirada dolida de Omar Shariff antes de bajar del tranvía en Doctor Zhivago, el caminar de Giulietta Massina para cruzar el rio de motonetas en Las noches de Cabiria.
Los ejemplos pueden multiplicarse, lo que importa es que uno puede hacer su microbiografía a partir de afinidades de la pantalla. Nos hemos formado, con mayor o menor intensidad, en la Escuela de la butaca.
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