Es una la luna

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La memoria es selectiva, como nos gusta recordar. Tengo imágenes clarísimas de la olimpiada de 1968, competencias en la alberca olímpica y luego a jugar con una gigantesca escultura que se encontraba en las escaleras de ese recinto y que consistía en la frase número MEXICO68. También mirando con fascinación, desde la ventanilla trasera de un Studebaker de los cincuentas, las extrañas esculturas de la ruta olímpica, que en aquel tiempo parecían emerger de la lateral del periférico. En cambio, no recuerdo absolutamente nada del alunizaje que acaba de cumplir cuarenta años.

Después nos han traído retransmisiones del acontecimiento en radio y televisión, narradas por Miguel Alemán junior, pero todo mi recuerdo al respecto es claramente aburrido, no así los juegos galácticos con los amigos del barrio ni el seguimiento televisivo de la joya naif Perdidos en el espacio, donde un robot con toda la pinta de refrigerador se la pasaba diciendo, a través de un doblaje espléndido, “¡Peligro, peligro!”.

En cambio me divierte mucho la hipótesis de la posible fabricación del evento, supuestamente a cargo de ¡Stanley Kubrick! Se esgrimen pruebas como la bandera, el tipo de suelo, el reflejo en el casco. Pero la verdad es que dudo que al gran Maestro se le hubiera ocurrido fabricar una simulación tan aburrida, seguro que habría añadido algunos detalles de color: Buzz Aldrin pierde un poco la razón e intenta asesinar al comandante Armstrong, muerto de envidia por no pisar el suelo lunar; Collins sufre porque la cámara que hará las fotos para la historia se estropea y comienza a golpearse con ella en su casco. No es así, con la misma pinta aburrida, ahora de jubilados jugadores de bingo, los tres astronautas se acaban de tomar la foto del recuerdo con el presidente Obama.

En alguna ocasión exhibieron en el museo Universum, varios ejemplares de piedras lunares. Fue una visita inútil, parecían sacadas de algún paraje del Ajusco. Por ello uno se queda con la otra luna, la del viaje de Meliès, la que convierte a los hombres en lobo, el mineral de queso al que viajan Wallace y Gromit para adornar sus galletas, la del legendario video clip de The Smashing Pumpkins; la que uno, casi sin querer, sigue contemplando.