
Esta entrada poco tiene que ver con los temas habituales que de vez en vez, o mes en mes, intento compartir. Ahora entreabro la puerta de un tema que me apasiona, la historia de México, para denunciar francamente la agresividad y virulencia del clero mexicano.
Estudié una buena parte de mi vida en una escuela religiosa católica, conozco de sacerdotes asistiendo a salones para confesar alumnos, estancias en el seminario menor de Tlalpan, donde se adoctrinaba con la música de fondo de Roberto Carlos cantando La montaña y de los abusos que allí se cometían en agravio de un grupo de estudiantes que llegaban y se retiraban del colegio en un transporte especial, los llamábamos “los aspirantes”, querían ser al cabo de los años sacerdotes y se preparaban desde la Secundaria.
También conozco, conocemos, los casos de pederastia que han supurado por todos lados. Por ello no deja de sorprenderme –aterrorizarme es más adecuado- la postura de la iglesia en contra de los matrimonios gay y las adopciones. ¿Acaso hay un texto en el Nuevo Testamento que sea más incluyente que los Evangelios? ¿Con qué cara y credibilidad hablan curas y obispos con tal encono de ese tema?
En realidad el asunto es más serio, tiene que ver con una clase en el poder muy retrógrada que quiere posicionar a la iglesia, con la debida complicidad de medios como televisa o tv azteca, como jerarca de conciencias entre mexicanos.
Desde el periodo de Salinas de Gortari, estos “cangrejos” han vuelto a hacer acto de presencia, con alzacuellos y golpes de pecho incluidos. Los mayores agravios que este país sufrió durante el siglo XXI no estuvieron a cargo de ninguna potencia extranjera, fueron responsabilidad completa de la iglesia mexicana. Eran los dueños de todo, ahora son los codueños. ¿Qué están preparando?
Por eso no dejo de admirar a los liberales de la guerra de Reforma, íntegros, honrados. No tenían manera de ganar y lo consiguieron, ganaron, plantaron cara al abuso y la traición.
Hagámoslo, hablemos del asunto entre quienes sepamos que tienen dudas. Imaginen una cena de capos y descríbanla diciendo que los convidados a la repartición del pastel tienen el aspecto de Norberto Rivera, Benedicto XVI y Gerónimo Prigione (¿se acuerdan de él?), pero vestidos de trajes oscuros, gabardinas y sombreros. A ver si así queda claro de quienes estamos hablando.
"Belarminos" los llamé en mi blog.
¿sólo en el siglo XXI, Nacho?
Abrazos.
PERIPECIA
7 de enero de 2010, 20:59