Apuntes de sibarita amateur

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Me dice un amigo, acostumbrado a la devastación degustativa, no por ello menos agradable, del tequila, de su interés por acompañar las comidas con vino y de su búsqueda de consejos y opiniones sobre el tema. ¿En qué consiste un buen vino? Poco ayudan a responder los catálogos de esos productos, que incluyen frases como: “delicado toque de cerezas”, “nota correcta de turbiedad”, “taninos dulces y redondos”.

Un jefe que tuve era de carrera larga para comer, el vino no acompañaba la comida, sino al revés, después de la segunda botella uno ya sabía que no habría trabajo en la tarde y que comenzarían unas rondas de digestivos eficaces, pero muy extravagantes, que lo dejaban a uno en un sopor cercano a la fumigación. Sin embargo por allí se aproxima una buena respuesta; el secreto del verbo acompañar, no sólo la comida, sino la charla y sobre todo las personas que la provocan. ¿Qué hace a un vino notable?, preguntan en la película Sideways, pues la ocasión, dice el protagonista.

No lo hace la mera idea de cumplir compromisos, no regalar por regalar, sino hacerlo con aquellos vinos que uno mismo bebería. Tampoco por apantallar. Entrevistaba Juan José Millás a uno de estos futbolistas que ganan millones de euros por respirar, quien sin que viniera mucho a cuento, le obsequia un botella del codiciado y carísimo Vega Sicilia, que puede andar por los ocho mil pesos.

Mejor en corto expongo algunos hábitos de un sibarita amateur: comer con aperitivo y entrada, alguno que sea del color del mediodía, el mejor de ellos el fino andaluz, aceitunas buenas, queso fresco, semillas tostadas, por ejemplo. Pasar al segundo tiempo solicita la participación de un buen vino que lubrique la recta final, sea con carne, pescado, incluya postre o no. Como el teatro o una película, sabe bien o no. Riberas del Duero, Riojas o Mallorquinos de 2004 o 2005, botellas que a granel pueden andar entre doscientos y trescientos pesos; más chiste tiene por tanto ocuparnos de la oportunidad y galas de la compañía.

Están entre nosotros

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Esta entrada poco tiene que ver con los temas habituales que de vez en vez, o mes en mes, intento compartir. Ahora entreabro la puerta de un tema que me apasiona, la historia de México, para denunciar francamente la agresividad y virulencia del clero mexicano.

Estudié una buena parte de mi vida en una escuela religiosa católica, conozco de sacerdotes asistiendo a salones para confesar alumnos, estancias en el seminario menor de Tlalpan, donde se adoctrinaba con la música de fondo de Roberto Carlos cantando La montaña y de los abusos que allí se cometían en agravio de un grupo de estudiantes que llegaban y se retiraban del colegio en un transporte especial, los llamábamos “los aspirantes”, querían ser al cabo de los años sacerdotes y se preparaban desde la Secundaria.

También conozco, conocemos, los casos de pederastia que han supurado por todos lados. Por ello no deja de sorprenderme –aterrorizarme es más adecuado- la postura de la iglesia en contra de los matrimonios gay y las adopciones. ¿Acaso hay un texto en el Nuevo Testamento que sea más incluyente que los Evangelios? ¿Con qué cara y credibilidad hablan curas y obispos con tal encono de ese tema?

En realidad el asunto es más serio, tiene que ver con una clase en el poder muy retrógrada que quiere posicionar a la iglesia, con la debida complicidad de medios como televisa o tv azteca, como jerarca de conciencias entre mexicanos.

Desde el periodo de Salinas de Gortari, estos “cangrejos” han vuelto a hacer acto de presencia, con alzacuellos y golpes de pecho incluidos. Los mayores agravios que este país sufrió durante el siglo XXI no estuvieron a cargo de ninguna potencia extranjera, fueron responsabilidad completa de la iglesia mexicana. Eran los dueños de todo, ahora son los codueños. ¿Qué están preparando?

Por eso no dejo de admirar a los liberales de la guerra de Reforma, íntegros, honrados. No tenían manera de ganar y lo consiguieron, ganaron, plantaron cara al abuso y la traición.

Hagámoslo, hablemos del asunto entre quienes sepamos que tienen dudas. Imaginen una cena de capos y descríbanla diciendo que los convidados a la repartición del pastel tienen el aspecto de Norberto Rivera, Benedicto XVI y Gerónimo Prigione (¿se acuerdan de él?), pero vestidos de trajes oscuros, gabardinas y sombreros. A ver si así queda claro de quienes estamos hablando.